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VENGANZA.
Con nerviosismo mezclado con un miedo casi premonitorio, Miley paseó la mirada por la abarrotada sala de llegadas internacionales del aeropuerto de Nueva York.
Sólo tenía unas cuantas fotos de Trace cuando era niño y reconocerlo a partir de ellas iba a resultar tarea difícil. El también la estaría buscando a ella, pero él ni siquiera tenía fotos y le iba a costar aún más.
'Quizá debieran haber acordado llevar una nariz de payaso o un globo en la mano', pensó con su habitual sentido del humor.
Entonces vio entre la gente a un hombre moreno con las facciones marcadas. Llevaba un traje y tenía el físico de un atleta: los hombros anchos y las caderas estrechas. Observaba a la multitud como si buscase a alguien.
Ella no recordaba ninguna imagen de Trace y las fotografías tampoco eran de mucha ayuda, pero estaba segura de que Trace tenía que ser más rubio que aquel hombre.
Mientras seguía observándolo, él fijó la mirada en Miley, quien sintió como si hubiera entrado en un campo magnético.
Otro carro chocó con el suyo y distrajo su atención.
-Lo siento -se disculpó inmediatamente una voz con un acento tan inglés como el de ella-. No consigo controlar este condenado cacharro. Tiende a irse hacia un lado -añadió el rubio y agradable joven.
Miley rió.
-Ya sé de qué hablas. El mío también se va para un lado.
Él le dedicó una traviesa sonrisa.
-Bueno, es una manera de conocer gente -dijo mientras sus ojos recorrían con admiración la esbelta figura de Miley-. ¿Podemos compartir el taxi o esperas a alguien?
-Alguien tiene que venir a recogerme.
-Ese alguien tiene suerte -contestó él mientras enderezaba finalmente el carro y le sonrió antes de alejarse.
Casi todo el mundo le sonreía a Miley, incluso los más malhumorados. Era como si sus luminosos ojos color gris y su expresión de alegría le levantase el ánimo a la gente.
-¿Miley Cyrus? -dijo una fascinante voz grave y con un leve acento.
Se volvió y vio allí al atlético hombre que un momento antes le había llamado la atención. Era mucho más alto que ella y, de cerca, mucho más impresionante y atractivo.
Tenía el cabello rizado color castaño, los ojos, adornados por unas espesas pestañas, eran color café. De un café oscuro e intenso con un ribete aún más oscuro bordeando el iris.
Al mirar a aquellos ojos se quedó sin respiración.
-¿Trace? -preguntó con una extraña sensación en la boca del estómago.
Aquel hombre debía de tener veinte y pocos años, la edad de Trace, pero por alguna razón no quería que fuese su hermano.
Él la miró. Estudió su cara, el hoyo de la barbilla y la perfecta piel, la delicada nariz, la boca grande, los brillantes ojos y la cascada de rizos castaños antes de responder:
-Me temo que no. Pero he venido a buscarte.
-Ah...
El alivio y una inexplicable y repentina alegría pusieron una radiante sonrisa en su cara.
Se estaba preguntando cómo la habría reconocido tan fácilmente, ¿quizá se parecían ella y Trace?, cuando él le tendió una mano morena y sólida.
-Yo soy Nicholas Jonas.
Aquel nombre le resultaba conocido aunque no sabría decir por qué. Hubo una pausa de décimas de segundo, como si él esperase que ella reconociese el nombre, y entonces añadió:
-Mis amigos me llaman Nick -y sonrió con un encanto tan devastador que ella casi cayó de espaldas.
Se quedó estrechándole la mano y mirando aquella impresionante cara morena hasta que se dio cuenta de que debía de parecer una niñita intimidada. Retiró la mano y le preguntó:
-¿Y tus enemigos cómo te llaman?
-Despiadado.
Lo dijo en un tono desenfadado, pero Miley sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Seguro que era verdad, pensó. Bajo aquel encanto sentía que habitaba una frialdad, una implacabilidad que lo hacían temible.
Miley sintió otro escalofrío.
Como si hubiera notado su reacción, él añadió en un tono amable:
-Pero estoy seguro de que vamos a ser amigos -tomó el rebelde carro y preguntó alzando las cejas-. ¿Nos vamos?
Fuera, el polvoriento aire olía al humo de los motores, a metal caliente y alquitrán, pero era una tarde de junio cálida y el cielo tenía un azul pálido e inocente.
En casa debían de ser más de las doce de la noche, pensó Miley con asombro.
Estaba sentada junto a él en el interior de su elegante Mercedes plateado y ya habían dejado el ordenado caos del aeropuerto atrás cuando él le preguntó:
-¿Qué tal vuelo has tenido?-El hombre que estaba sentado a mi lado ha dicho que aburrido, pero yo me he divertido. Aunque no veo la televisión, si puedo evitarlo, me han hecho mucha gracia las pantallitas de los respaldos de los asientos, y las bandejas de plástico de la comida.
La boca de él se curvó.
Ella se avergonzó un poco. Debía de pensar que era muy ingenua y tontorrona.
-Ha sido la primera vez que he volado -dijo enfadándose consigo misma por ponerse a la defensiva-. O, al menos, la primera con uso de razón.
-¿Naciste en Estados Unidos, no?
-Sí, eso es... Pero sólo tenía tres años cuando mi madre me llevó a Inglaterra.
Y desde entonces había llevado una vida muy normal y tranquila en la que los libros y los sueños habían sido la única vía de escape.
Y hubiera seguido siendo una vida normal y tranquila si Trace no se hubiese puesto en contacto con ella de repente. La carta que llegó iba dirigida a su madre y le comunicaba que su padre había muerto de un ataque al corazón.
Miley le había contestado dándole la triste noticia de la muerte de su madre y a los pocos días había recibido otra carta dándole el pésame.
'Siempre me arrepentiré de no haberme puesto en contacto con ustedes en todos estos años. Ahora ya es demasiado tarde...
Supongo que tú no me recuerdas. Yo te recuerdo como una niñita con el pelo rizado que se agarraba a mi dedo cuando empezaba a caminar y que se sentaba en mis rodillas y se quedaba dormida...'
Pero eso, fue hace mucho tiempo. Escríbeme y cuéntame a qué te dedicas ahora. ¿Te has quedado sola tras la muerte de nuestra madre?'
Tras descubrir en qué circunstancias se encontraba, Trace había vuelto a escribirle sugiriendo que se mudase a Nueva York.
'Tal y como están las cosas lo mínimo que puedo hacer es buscarte un trabajo y una casa. Si no te gusta la vida aquí siempre podrás volver a Inglaterra y no habrás perdido nada.'
Dulce, sin más familia en el mundo y con el dolor acosando aún su animoso corazón, no tardó en aceptar la oportunidad de reunirse con aquel hermano al que casi no conocía.
Mientras el coche cruzaba el residencial barrio de Queens en dirección a Manhattan, el sol se ponía ante ellos y teñía de dorado'los árboles y las casas.
Pero Miley casi no veía lo que había a su alrededor. Seguía inmersa en sus pensamientos hasta que a su mente volvió una pregunta que le hizo mostrar su curiosidad:
-¿Trace y yo nos parecemos?
Él le lanzó una breve mirada desde el asiento del conductor.
-No, en absoluto.
-¿Entonces cómo es que me has encontrado tan rápido? Había mucha gente y bastantes mujeres solas.
Él pareció quedarse desconcertado durante una décima de segundo, como si aquella pregunta le hubiese descubierto. Entonces respondió con despreocupación:
-Era obvio que ibas buscando a alguien y he pensado que podías ser tú.
Ella adoptó un gesto serio. Había algo extraño en su respuesta.
Alejó de su mente la absurda sospecha de que no le decía la verdad. ¿Por qué iba a mentir?
-¿Eres amigo de Trace, no? -le preguntó a continuación en un tono desenfadado.
-Más bien un compañero de trabajo -le respondió él con frialdad.
-Trabajas para él, entonces.
-En este momento es él quien trabaja para mí --afirmó él en un tono neutral.
-Ah...
Miley había creído entender que, tras la muerte de su padre, su hermano era el dueño de Electrónica CMH.
Entonces, como si se arrepintiese de su brusquedad, aquel hombre le ofreció una explicación.
-La corporación Jonas ha comprado su empresa.
Ella reconoció al fin su nombre: era Nicholas Jonas, el gran jefe, el niño prodigio de los negocios que a los veinte años ya se había hecho multimillonario por sus propios méritos, además de haber heredado los negocios de su padre.
Las revistas se lamentaban de que apenas se supiese nada de su vida privada, que defendía con empeño y constituía un enigma en un mundo en el que las relaciones públicas eran parte del juego. Lo único que la prensa daba por seguro y repetía con frecuencia era que se trataba de un hombre de negocios duro y obstinado.
Aquello sorprendió desagradablemente a Miley. Con razón había esperado que ella reconociese el nombre.
Considerando la gravedad de su torpeza se disculpó un tanto incómoda:
-Lo siento. No sabía que les hubieras absorbido.
-No te preocupes -le dijo con algo de sarcasmo-. No eres la única que no lo sabe: aún no es del dominio público.
En aquellas palabras resonó un eco de amargo triunfo que ella no pudo comprender. Sin embargo lo que de verdad no comprendía era por qué un hombre como Nicholas Jonas iba a buscarla a ella.
Estuvo a punto de preguntarlo abiertamente pero se lo pensó mejor y atacó indirectamente.
-Es muy amable por su parte el venir a buscarme, señor Jonas.
-Es un placer -dijo él volviendo la cabeza para sonreírle-. Y si vamos a ser amigos prefiero que me llames Nick.
Miley se sintió arrastrada por una marea de atracción hacia él y tardó un momento en reponerse y atacar de nuevo.
-Yo creía, bueno, Trace creía... que podría venir él mismo a recibirme.
La pregunta flotaba en el ambiente y Nick le respondió.
-Ha habido un cambio de planes de última hora y le ha sido imposible. Ha surgido un problema y ha tenido que salir para Hong Kong esta misma mañana.
-¿Hong Kong? -repitió ella-. ¿Quieres decir que no está en Nueva York?
Entonces, meneando la cabeza, añadió:
-No, no hace falta que contestes. Si está en Hong Kong es evidente que no está en Nueva York. Debes de estar pensando que soy muy tonta, pero es que no esperaba que estuviese fuera y estoy...
«Sola de repente, y me siento abandonada y un poco preocupada», pensó ella sin decirlo.
-¿Algo cansada y aturdida? -sugirió él ante el silencio de ella-. Y, por supuesto, decepcionada de que esté yo aquí en vez de tu hermano.
No, no estaba decepcionada. Confusa sí, y sorprendida de saber quién era él. Pero aquella atracción había sido tan fuerte que, aunque sabía que no llevaría a nada, no se sentía exactamente decepcionada.
Haciendo un esfuerzo le planteó al fin la pregunta que le rondaba por la cabeza hacía un rato.
-¿Por qué has venido tú?
Él la miró de medio lado.
-Creía que había quedado claro que he venido a buscarte.
De improviso se estaba burlando de ella y los ojos le brillaban.
A ella le dio un vuelco el corazón y se le empezó a agitar como un pez en la red.
-Lo que quiero decir es por qué tú precisamente- e intentando ocultar el efecto que él provocaba en ella añadió en un estudiado tono burlón-. No debe de ser muy normal que el gran Nicholas Jonas les haga los recados a sus empleados.
Se hizo un breve y tenso silencio.
Quizá, como la mayoría de los machistas, no tenía sentido del humor. ¿O habría pensado que estaba siendo deliberadamente grosera?
Estaba a punto de disculparse cuando él rompió a reír. Fue una risa agradable y contagiosa.
-Tendré que acordarme de darte unos azotes por decirme eso, cuando nos conozcamos mejor.
-No tengo de qué preocuparme, ya que no está escrito que eso vaya a pasar -consiguió decir ella.
-¿Qué es lo que no está escrito?
-Que nos vayamos a conocer mejor. Sus oscuras cejas se alzaron levemente. -¿Por qué lo dices?
-Bueno, una vez que me hayas dejado en el apartamento de Trace...
-Su apartamento está vacío y él no volverá en tres semanas o sea que no te voy a dejar allí.
-¿Entonces me vas a llevar a un hotel? -le dijo ella pensando en los escasos dólares que llevaba en el monedero.
Al tiempo que detenía el coche ante un semáforo en rojo, él le contestó con suavidad:
-No, te vas a quedar en mi casa.
Muy lindo el capi.... soy tu primera lectora y seguidora y en escribir un comentario.... jajajjaa espero el próximo un beso y no te olvides de pasar por el mio....
ResponderEliminarMe gusto mucho! siguelos espero leerlos todos y publicarte diario(:
ResponderEliminarahhhh se nota que estara buenisima
ResponderEliminarmmm e interesante
me agrada
saludos
xo
aawwwwww! me encantó! *____________*
ResponderEliminarWoow me encanto
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