viernes, 6 de mayo de 2011

Venganza Capítulo 7

Pero mientras su corazón gritaba que sí su cerebro decía que no, que era demasiado pronto para comprometerse. Puede que estuviera enamorada de él, pero no lo conocía apenas.
Y el divorcio de sus padres le había hecho jurar que jamás se casaría precipitadamente.
-No puedo contestarte ahora mismo -dijo Miley lentamente.
El percibió la desorientación en los ojos de ella y admitió con un suspiro:
-Yo no quería decírtelo tan pronto, quería que tuvieras tiempo de conocerme pero... -y añadió con un gesto de disgusto en los labios-. Bueno, ya que he dado el salto me muero de ganas de dejarlo todo claro.
Ella negó con la cabeza.
-Necesito pensármelo.
Él reprimió su impaciencia y dijo inexpresivamente:
-Muy bien, tienes una semana.
A ella se le iluminó la cara y él pensó, no por primera vez, que tenía una sonrisa encantadora.
-Y ahora, ¿por qué no seguimos con nuestras visitas turísticas? -dijo él en un tono más desenvuelto al tiempo que se ponía en pie para ayudarla a levantarse-. Sabes -añadió ya en el fresco salón-, vamos a empezar con un verdadero lujo: te invito a desayunar en un McDonalds.
-Ah, muchas gracias...
-No seas tan graciosa, anda -le dijo él dándole una palmadita en el trasero.

El tiempo se mantuvo estupendo y durante los días siguientes la vida de Miley fue más emocionante y agitada de lo que nunca hubiera imaginado. Nick apenas se separaba de ella y fueron a todas partes e hicieron todo lo que se podía hacer mientras exploraban las distintas facetas de esa joya que era Nueva York.
Cuando ella le expresó su preocupación por hacerle faltar al trabajo, él le quitó importancia diciendo:
-Bah, no he tenido vacaciones de verdad en los dos últimos años. Además, para algo soy el jefe, ¿no?
Varias veces llegaron al apartamento a las tantas de la madrugada, tras cenar y bailar hasta muy tarde.
Él le compraba flores cada tarde, o bombones o, con cuidado para no herir su orgullo, algún recuerdo que no costase mucho de manera que a ella no le importase aceptarlo. Ella se dio cuenta de que estaba cortejándola, dispuesto a ganar su corazón. Sin saber que ya era suyo, pensó Miley  irónicamente.
Desde los dieciséis años se había resistido a los pretendientes que intentaban manosearla sin tacto alguno. Sólo Liam se había acercado a su ideal de hombre e incluso en ese caso había logrado resistirse a sus intentos de seducción. No por seguir un estricto código moral, comprendió ahora, sino porque nunca se había sentido realmente tentada.
Prefería esperar al hombre adecuado para perder la virginidad.
Sin embargo con Nick se sentía vulnerable. Era irresistible y cada vez que la miraba o la tocaba ella se deshacía de deseo. Y los días pasaron y sus sentimientos se hicieron más profundos, hasta que estuvo completamente enamorada de él.
Cada noche cuando la acompañaba hasta la puerta del dormitorio, Miley deseaba secretamente que la tomase en sus brazos e hiciesen el amor hasta que todas sus dudas se esfumaran. Pero en vez de eso, él la besaba hasta que ella se mareaba y entonces, con una neutral despedida, le daba las buenas noches.
En una de aquellas ocasiones, cuando su boca y sus inquietas manos habían engendrado en Miley un ansia que no iba a satisfacer, ella se abrazó más fuerte a él, consciente tan sólo del deseo que había despertado en su interior.
Él la apartó suave pero firmemente y le dijo:
-Buenas noche, Miley. Que duermas bien -y añadió entonces con mal disimulada ironía-. Si no puedes dormir hay muchos libros en el estudio. Lee un rato.
«¡Maldita sea!», pensó ella una vez en su habitación. «Sabe lo que está haciendo y lo hace a propósito». De ahora en adelante sería ella quien lo mantendría a raya a él.
¡Ni en sueños! La verdad era que no tenía ninguna esperanza de poder resistirse a su potente magnetismo.
Tomó la determinación de dejar de pensar en él y se metió en la cama. Pero el sueño se negaba a llegar y, tras dar muchas vueltas entre las sábanas, decidió aceptar su irónica sugerencia.
En el estudio había una ecléctica mezcla de libros: viajes, biografías, lenguaje, arquitectura, clásicos de la literatura y literatura contemporánea se amontonaban en las estanterías.
Tras acercarse a tomar uno, al pasar junto al escritorio, rozó e hizo caer una pila de papeles que estaban en la esquina.
Protestando a media voz por su torpeza se agachó a recogerlos y al tomar un sobre grande este se abrió y dejó caer su contenido. Eran fotos de una mujer. Miley se quedó helada. Aunque las miraba boca abajo no cabía duda de que era ella.
Con las manos temblando las tomó y las dio la vuelta para mirarlas bien. ¿Cuándo las habría hecho? ¿Y por qué?
Reparó en que en las fotos llevaba una blusa de lunares que no se había puesto desde que llegó a Nueva York. O sea, que tenían que haberlas hecho mientras aún estaba en Inglaterra. Sí, aunque el fondo estaba borroso parecía la oficina de correos de Houghton. Ya sólo quedaba saber por qué. Y la pregunta más intrigante: ¿qué hacía Nick con ellas?
Todavía estaba como en trance, mirándolas, cuando la voz de él preguntó a sus espaldas:
-¿Algún problema?
El sobresalto le hizo dejar caer las fotografías e incorporarse de un salto. Tenía el corazón acelerado y le sudaban las manos. Era como una niña a la que hubiesen descubierto haciendo una travesura.
Se volvió a mirarlo: parecía ocupar todo el hueco de la puerta, grande y amenazador.
Ella logró articular palabra para defenderse:
-He venido a por un libro... y he tirado unos papeles de la mesa sin querer.
Los ojos de él se fijaron en las fotografías y, durante una décima de segundo, en su cara apareció un gesto de furia. Lo enmascaró rápidamente y dijo un tanto sombríamente:
-Ya, ya veo. Eso debe de haber sido el ruido que he oído. Bueno, si ya tienes el libro deja lo demás así y yo lo recogeré mañana.
Antes de que ella pudiese reaccionar, él ya la guiaba con una mano en la cintura de vuelta al dormitorio.
Al llegar a la puerta se volvió y dijo entre dientes:
-Quiero que me des una explicación: esas fotos...
-Te la daré mañana.
-Pero...
-¿Sabes qué hora es? -dijo él un tanto bruscamente-. A mí al menos me gustaría dormir un poco.
Ella tuvo que conformarse, aunque con la sospecha de que Nick sólo intentaba ganar tiempo.
El alba ya se colaba por entre la persiana cuando al fin logró dormirse.

El ruido de alguien que llamaba con decisión a la puerta la despertó. Una soñolienta mirada al reloj le dijo que eran casi las nueve.
Acababa de incorporarse sobre un codo cuando la puerta se abrió y entró Nick con un vaso de zumo de naranja. Nunca había entrado antes en su dormitorio y Miley se quedó perpleja.
Llevaba unos pantalones color arena y una camisa verde oscuro y tenía aspecto de estar bien despierto y alerta. Se acercó a la ventana, subió la persiana y dejó el vaso en la mesilla.
Ella apenas había conseguido sentarse en la cama y se sintió en franca desventaja, medio dormida y desarreglada.
Él la besó en los labios y el cuello y, apartándose, comentó:
-No hay muchas mujeres que tengan tan buen aspecto y tan buen sabor recién levantadas.
Miley intuyó algo falso en aquel cumplido y dijo secamente.
-Supongo que tienes con quien comparar.
-¡Bruja! -dijo Nick aunque sonreía, mostrando la blanquísima dentadura-. Venga, tómate el zumo mientras yo me disculpo por lo de anoche. Tienes que entender que las tres y media de la madrugada no es momento para ponerse a hablar.
Ella no contestó nada y él añadió:
-¿Qué es exactamente lo que quieres saber?
-Quién ha hecho esas fotos y por qué. Y cómo han llegado a tus manos.
Él empezó por la última pregunta.
-Me las dio tu hermano y, al entender que te las habían hecho sin permiso, no quise decirte nada para no disgustarte.
Miley estaba a punto de hablar pero él se le adelantó:
-Lo cual nos lleva al porqué. Trace no te había visto desde que eras casi un bebé. Cualquiera podría haberse presentado aquí diciendo que eras tú...
Ella empezó a negar con la cabeza, incrédula, y él continuó:
-En los ambientes de que te hablo no es demasiado difícil hacerse con un pasaporte falso.
-No entiendo por qué alguien iba a querer pasarse por mí -objetó ella.
-Mi niña inocente... -dijo él con más acento del sur de lo habitual-. Hay dinero en juego.
Es decir, que por eso la primera noche la había sometido a aquella especie de interrogatorio.
El seguía hablando:
-Como tu padre no te dejó nada en su testamento, Trace, que es un hombre bastante adinerado, pensaba cederte una suma de dinero además de buscarte una casa y un empleo.
-Ah... -murmuró ella.
-Con esa idea en mente contrató a una agencia de detectives para que te identificasen. Cuando comprobaron tu identidad hicieron esas fotos y las enviaron a modo de garantía. ¿Estás satisfecha?
La explicación era lo suficientemente lógica. Pero, ¿cómo no iba a serlo?, pensó Miley con sarcasmo. Había tenido mucho tiempo para inventarse toda la historia. ¿Y qué otra explicación podía haber?
Cuando ella asintió, Nick se puso en pie sonriendo.
-Entonces en cuanto estés lista salimos. Hoy vamos a tomar el ferry para ir a la Estatua de la Libertad.

Nick era un acompañante animado y estimulante y, durante las horas que pasaron juntos, Miley descubrió muchos aspectos de su carácter que se ocultaban bajo su imagen de macho. Su opinión se confirmó cuando, charlando con la señora Kirk, ésta le comentó a Miley que Nick hacía donaciones al comedor de caridad en que ella trabajaba como voluntaria, además de a un hospital para enfermos terminales y un centro de acogida de animales.
Cuando Miley se refirió a las confidencias de la señora Kirk, él dijo secamente:
-No creas que soy un santo. Me lo puedo permitir.
No, no era un hombre avaro. Ni tampoco snob. Aunque el guardarropa de Miley era simple y escaso, Nick la llevó sin pestañear a sitios donde las mujeres iban vestidas con lo más caro.
En uno de esos restaurantes, en el piso ciento siete de un edificio con vistas a la costa de Jersey, volvieron a encontrarse con Carole. La seguía un rubio alto con una agradable expresión y, al verlos, se paró ante su mesa mirando a Miley con resentimiento y a Nick con adoración.
-Nicky, cariño... ¿Te llegó mi invitación? -le dijo con una deslumbrante sonrisa.
-Sí, claro -dijo él al tiempo que se ponía en pie con una expresión neutral en la cara-. Escucha, tengo que subsanar un error -dijo volviéndose hacia Miley-. Miley, esta es Carole.
-¿Cómo estás? -sonrió Miley.
-Hola -murmuró una celosa Carole.
-¿No nos vas a presentar a tu amigo? -sugirió Nick en un tono animado.
Ella hizo caso de su sugerencia, aunque con desgana, y les presentó a Paul, que les estrechó la mano con la fuerza de un tarzán. Miley advirtió que no parecía importarle la actitud de Carole.
Ésta decidió olvidarse de los otros dos y seguir con el tema que le interesaba:
-Entonces, ¿vas a venir?
-Si la invitación incluye a un acompañante, sí. Me gustaría llevar a Miley.
En la cara de Carole se reflejó el desánimo y, con un suspiro de resignación y una falta de entusiasmo obvia, repuso:
-Por supuesto.
-Pues venga, vamos, cariño -dijo entonces Paul y, tras despedirse, se llevó a Carole.
Una vez más Miley sintió compasión por aquella chica que estaba locamente enamorada de un hombre al que no le importaba ni ella ni ninguna otra mujer.
No, no era verdad, se recordó a sí misma. Nick le había dicho que estaba enamorado de ella, le había pedido que se casara con él. Pero, aun así, ella no terminaba de creerlo. Aquella repentina petición de matrimonio había adquirido un halo de irrealidad que no conseguía borrar.

A medida que pasaba el tiempo, la primera impresión de Nick que Miley había tenido, la de un hombre con carisma y atractivo sexual, se iba reforzando en vez de disminuir. Pero al tiempo comenzó a admirar también su intelecto. Era inteligente e intuitivo, lo cual debía de haber ayudado a convertirlo en uno de los hombres de negocios más conocidos del país.
Además siempre parecía adivinar lo que ella pensaba y sentía: sus mentes conectaban bien y a menudo coincidían en la forma de ver las cosas, llegaban a las mismas conclusiones y se reían de lo mismo.
Y, a pesar de todo, había una parte de su personalidad que él mantenía oculta y Miley tenía la impresión de que lo que sabía de él era lo que él quería que supiera.
Y sus reacciones al oír hablar de Trace la intrigaban. Nick siempre le respondía con frases breves y luego cambiaba de tema enseguida. Miley no pudo evitar preguntarse qué habría ocurrido entre los dos para que Nick adoptase aquella expresión tan fría en cuanto pronunciaban el nombre de Trace.
La única explicación con sentido era su rivalidad en los negocios, pero Miley hubiera dicho que Trace no era tan poderoso como para hacerle sombra a Nick.
Miley sabía que Nick no iba a contarle nada y prefirió esperar a que Trace volviese para preguntárselo a él.
No fue hasta el viernes cuando, a pesar de la insistencia de Miley, Nick la llevó a ver dónde vivía Trace. Y, en cualquier caso, no fue más que de pasada en el coche.
Aquella noche la llevó a tomar un cóctel y después a cenar a un sitio tranquilo. Ella, al ver lo elegante que él estaba con el esmóquin y la pajarita, deseó por primera vez tener algún vestido más bonito que ponerse.
-¿Qué te pasa? -le preguntó él al advertir su cara de descontento.
-Nada, sólo estaba pensando en que me gustaría tener algo mejor que ponerme.
Él le dio un corto y reconfortante abrazo.
-Estás preciosa con éste. Estoy seguro de que cualquier hombre de los que están aquí me tiene envidia.
Desde el lujoso restaurante del piso sesenta y seis del Rockefeller Centre el panorama era maravilloso. Manhattan se extendía a sus pies, cubierto de rascacielos que competían por ser el más alto o el más importante. El cielo se iba oscureciendo poco a poco y miles de luces se encendían y brillaban como las estrellas.
Miley dejó la taza de café en la mesa y comentó:
-Es una vista que corta la respiración. Me encanta mirar hacia abajo y verla, aunque nunca pensé que me gustaría estar tan alto.
-A mí también me encanta -repuso él sonriendo-. Por eso elegí un ático para vivir. Supongo que tiene que ver con proceder de una ciudad pequeña.
Miley esperó a que terminase el trámite de pagar la cuenta y a que el camarero se hubiese ido.
-¿No naciste en Nueva York?
-No, vengo de Texas.
Por eso tenía aquel fascinante acento, comprendió ella.
-Aunque mi padre tenía los negocios en NY mi madre, no quería vivir allí, o sea que me crié en Dallas. Me establecí en Nueva York al volver de Inglaterra y ahora no me veo viviendo en ningún otro sitio. A pesar de todos sus defectos es una ciudad animada y viva. Acaba por atraparte.
-No me cabe la menor duda -comentó Miley-. A mí ya me ha atrapado.
-¿Entonces te gustaría vivir aquí... -dijo añadiendo tras una pausa-. Cuando seas mi mujer?
El corazón de Miley se detuvo un instante y luego se aceleró. El plazo había terminado y aún no había tomado ninguna decisión.
Sí quería casarse con él, pero aparte de sus lógicas reservas tenía una vaga sensación de intranquilidad, una especie de premonición de que algo iba mal.
Tratando inconscientemente de ganar tiempo le dijo:
-El matrimonio es un paso muy importante.
Él permaneció en silencio, con una expresión en su cara imposible de desentrañar.
Ella, confusa, sugirió en voz baja:
-Supongamos que en vez de casarnos... Imagínate que acepto acostarme contigo.
Los ojos de Nick se volvieron fríos como un glaciar.
-Creía que habías dicho que no estabas dispuesta a tener una aventura.
-He cambiado de idea.
-Pues yo no. Te he dicho que me quiero casar contigo y eso es lo que quiero. O boda o nada. Ya te he dado bastante tiempo para pensarlo -le dijo con los ojos clavados en sus pupilas-. Decídete ya, Miley, porque no te lo voy a pedir más veces.
Era pura y simplemente, un ultimátum.
Ella logró apartar la mirada y observó la sala, con su bonita decoración art decó y toda aquella gente rica y famosa. Los camareros se movían con gracia entre las mesas y el olor a café y perfume francés inundaba el ambiente mientras el apagado rumor de las conversaciones se fundía con el ruido de los corchos de las botellas al saltar.
Pero Miley tenía los sentidos cerrados a todo aquello, inmersa en sus pensamientos. ¿Por qué tenía tanto miedo? ¿De qué? ¿De que aún no lo conocía bien? O quizá de que no podía salir bien porque procedían de mundos distintos. Aunque, ¿quién podía garantizar que cualquier matrimonio fuese a salir bien? La vida era un juego de azar.
Dejando de lado todos los temores y las dudas se agarró a lo único de lo que estaba segura: no quería vivir sin él. Quería tomar la vida y el amor con las dos manos y elevarse hacia el cielo. Y si, al igual que Icaro, caía al fin siempre sería mejor que no haber volado nunca.
Nick se inclinó hacia adelante y la tomó por la barbilla, acercándole la cara a la suya. Ella notó el contacto sólido y tibio de sus dedos en la mandíbula.
-Bien, Miley...
Ella tomó aliento y dijo con firmeza.
-Sí, me casaré contigo.

6 comentarios:

  1. wow y me imagino q asi empieza la venganza.
    ahh publicaste q bueno xq m gusta la historia
    cuidate espero y subas pronto bye

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  2. Woow!! estubo GENIAL!
    Ame el capitulo, por favor subi pronto el proximo :)

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  3. mmmmmm por que la venganza?¿?
    mmm estoy intrigadaaaa!!
    quiero saber mas...

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  4. OMJ!
    kiiiero el siguiente
    pliiis
    sube pronto
    ¿k estara
    ocultando Nick?
    jajaja
    nos dejas en suspenso
    :( pero no
    nos hagas
    sufrir tanto
    por favor
    pork me muero
    si no suber
    pronto el
    siguiente
    ya kiiero saber
    lo demas
    jaja xD

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  5. el siguiente, el siguiente!!!! xfa siguela prontisimooo jeje..xfa si...?
    Me encantaaa!!!

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