martes, 10 de mayo de 2011

Venganza Capítulo 9

Nick reaccionó y entonces comentó que tenía que hacer un par de llamadas de trabajo y se fue al estudio, dejando a Miley sola para abrir los paquetes.
Antes, él le había dicho que sería mejor que se deshiciese de la ropa vieja que había llevado desde Inglaterra. Pero una innata cautela se lo impidió, y colgó sus nuevos vestidos junto a los antiguos en el armario.
A la mañana siguiente, aún no tenían noticias de Trace y Miley casi no podía ocultar su decepción. Después del desayuno, Nick anunció que iba a pasar por la oficina una hora o así.
-Han surgido un par de cosas de las que me tengo que ocupar personalmente y, ya que me voy a tomar dos semanas libres para la luna de miel...
Emocionada al comprobar que él iba a dedicarle aún más tiempo, Miley se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Era la primera vez que ella tomaba la iniciativa.
Al separarse notó que él había adoptado un gesto rígido, como si aquel inesperado beso le hubiera molestado. Pero un segundo más tarde aquella cara de máscara había desaparecido y ella incluso creyó que había sido un efecto óptico.
Al llegar a la puerta, Nick se volvió para decir:
-¿Tenías intención de salir hoy?
-No lo había pensado.
-No hace muy buen tiempo y tienes el resto de tu vida para conocer Nueva York. ¿Por qué no te quedas en casa y descansas un poco? Últimamente no has dormido mucho y... -añadió con una chispa de picardía en los ojos- las lunas de miel suelen ser agotadoras.
Miley ignoró el embarazoso comentario y dijo:
-Si consigues hablar con Trace...
-Le diré que lo deje todo y se suba en el primer avión que salga hacia aquí.
Cuando la puerta se cerró tras él, Miley tomó una revista y se sentó con las piernas extendidas en el sofá. Pero estaba inquieta y no se podía concentrar en lo que leía.
La señora Kirk no estaba. Debía de haber ido al centro de caridad, como todos los días. De improviso, sin saber por qué, el lujoso ático empezó a antojársele una prisión.
Miley vagó, nerviosa, por todo el apartamento. En su mente se agolpaban las ideas. Todo había sucedido tan rápido... Aún no le parecía verdad que el día siguiente fuese el de su boda, y sin embargo, así era.
No es que tuviera dudas acerca de casarse con él. Pero la sensación de que la habían empujado, de que la había metido prisa, persistía. Si hubiera accedido a esperar una o dos semanas más...
Trace había sido tan amable con ella, se había preocupado tanto, que no quería casarse sin que él estuviera allí. O, al menos, sin decírselo antes. Intentó animarse pensando que si lo localizaban esa misma mañana aún no sería demasiado tarde. Pero, en vista de los infructuosos intentos hechos hasta el momento, era una esperanza con pocas posibilidades de cumplirse.
Si a él se le ocurriese llamar... Aunque no sabía mucho del mundo de los negocios sí sabía que era extraño que alguien desapareciese tanto tiempo sin ponerse en contacto con su oficina...
¡Su oficina!
Miley se incorporó. Quien había intentado localizar a Trace era la secretaria de Nick pero quizá la secretaria propia de Trace, en Electrónica CMH, sabía algo más de él. O incluso puede que hubieran hablado por teléfono.
Se puso en pie de un salto. ¿Por qué no intentarlo? Estaba a punto de descolgar el teléfono cuando se detuvo. Puede que fuese mejor ir en persona. En taxi llegaría en diez minutos y, además, necesitaba salir a la calle un rato.
Ya estaba buscando una gabardina y un paraguas cuando cayó en la cuenta de que si salía de apartamento ya no podría volver a entrar. Quizá por eso Nick le había preguntado si pensaba salir, para dejarle una llave.
Se quedó sin saber qué hacer y, súbitamente, recordó que en el escritorio de Nick había visto una llave extra.
Entró en el estudio sintiéndose incómoda, como si no tuviese derecho a hacerlo. Pero sobre el escritorio, aparte del ordenador y el fax, no había nada.
Miley dudó. Quizá la había metido en un cajón. Sintiéndose aún peor, pero sin querer rendirse ya, abrió el de la derecha y allí estaba la llave.
Tuvo que recordarse a sí misma que en cuestión de dos días sería la señora de la casa antes de atreverse a tomarla. Al tiempo que lo hacía reparó en una foto con un marco plateado. Era de una chica de su edad, pero muy distinta a ella.
La rubia llevaba un vestido escotado y había algo abiertamente sexual en su cara. Llevaba los labios rojos y parecía una Marilyn Monroe joven. La foto estaba dedicada a Nick: «A mi querido Nick, con todo mi amor, Ginny».
Miley cerró el cajón y deseó no haber llegado a ver aquella fotografía. Pensar en las antiguas novias de Nick hacía que aumentasen sus dudas.
Pero tenía que olvidar el pasado. Ella era la mujer con quien Nick iba a casarse. Y, con aquella idea en la mente, salió del apartamento.
Poco después llegó al edificio en que estaban las oficinas de CMH y subió hasta el décimo piso. Se acercó a recepción, donde le indicaron que la oficina de Trace Cyrus estaba a la izquierda. En el antedespacho se encontró con una morena de pelo corto que la miraba desde el escritorio.
-¿Puedo ayudarla en algo? -le preguntó ésta inmediatamente.
-Verá, tengo que ponerme en contacto inmediatamente con el señor Cyrus y...
-Lo siento, pero está en viaje de negocios -le dijo la secretaria sin prestarle mucha atención.
-Sí, lo sé, pero...
-Si me dice de qué se trata -la interrumpió la secretaria con cierta impaciencia-, quizá la pueda poner en contacto con otra persona que pueda ayudarla.
-Es un asunto personal. Soy la hermana del señor Cyrus...
Tan concisamente como le fue posible le explicó todo a la secretaria.
-Quiero que asista a la boda y esperaba que usted supiese cómo puedo localizarlo.
Los oscuros ojos de la otra mujer se fijaron en el anillo de diamantes con evidente envidia.
-Lo siento, señorita Cyrus -dijo en un tono mucho más agradable-, pero no tengo idea de dónde está exactamente. La señora Luten, su secretaria personal, está hoy de baja y yo la estoy sustituyendo.
-Ah...
Al ver la decepción que Miley no pudo disimular, aquella mujer se volvió de pronto más humana.
-Sin embargo puedo intentar ponerme en contacto con la señora Luten. Si ella me dice dónde está el señor Cyrus yo la llamaré o enviaré un fax a usted. ¿Dónde se aloja usted?
-En el apartamento del señor Jonas.
-La avisaré tan pronto como me sea posible.
-Gracias -sonrió Miley.
Aquella sonrisa iluminó su cara, convirtiéndola en una verdadera belleza. La secretaria morena comprendió entonces, con un suspiro, por qué cualquier hombre se hubiese enamorado de ella.
Miley abandonó el edificio mucho más animada. Además había dejado de llover y el cielo se había despejado un poco.
Al echar un vistazo y ver que no había ningún taxi libre acercándose decidió volver a pie. Pero a medida que caminaba iba perdiendo el buen humor y notó que no tenía deseo alguno de volver al ático y encarar a Nick.Sin saber por qué, intuía que él no estaría de acuerdo con lo que había hecho.
Cuando llegó y entró dio un suspiro de alivio al ver que estaba vacío. Si volvía a dejar la llave en su sitio él no tenía por qué enterarse de que había salido.
¡Pero aquello era ridículo! Era ridículo ponerse nerviosa, como si hubiera hecho algo malo. Le iba a contar que había salido y para qué.
Aunque, si lo hacía, él sabría que había visto la foto de aquella chica en el cajón. Y podía pensar que había estado hurgando en sus cosas.
Pero tenía la conciencia tranquila, y eso cambiaría si le mentía y no le decía dónde había estado mientras él trabajaba.
Acababa de volver al salón y colgar la gabardina cuando oyó que la puerta principal se abría y entraba él.
Miley, aún en pie, se volvió y le dijo con una forzada naturalidad:
-¡Qué poco has tardado!
-Bueno, tengo planes para esta tarde y noche. He pensado que podíamos salir y quemar Nueva York, la última fiesta antes de... -se detuvo de repente, mirándola con atención-. ¿Qué ocurre?
-¿De qué? -preguntó ella.
Él se acercó y la agarró del brazo mientras observaba fijamente su cara.
-Estás nerviosa por algo. ¿Por qué?
Ella clavó la mirada en el nudo de la corbata, sin saber por dónde empezar.
Él la agitó levemente.
-Mírame.
Ella echó hacia atrás la cabeza y lo miró a la sombría cara con un nudo en la garganta.
-Dime, Miley.
Miley se encontró de improviso asustada. En un tono inseguro y ronco confesó:
-He ido a la oficina de Trace. Pensaba que quizá su secretaria supiera algo más de su paradero...
Los ojos de Nick se redujeron a dos rendijas verdes y le apretó el brazo con los dedos aún más.
-¿y?
-Está enferma. Se lo expliqué todo a otra mujer que me ha dicho que haría lo que pudiese... ¡Nick, me estás haciendo daño!
-Lo siento -repuso él aflojando la presión-. ¿Y qué más?
-Nada más, excepto que tomé la llave extra del cajón de tu escritorio. Lo siento... Espero que no te importe.
La tensión pareció ceder.
-Claro que no me importa.
-Recordé haberla visto encima del escritorio y...
-No tienes por qué disculparte. Debería haberte dado una llave yo mismo.
Miley respiró hondo.
-¿No estás enfadado?
-¿Por qué demonios iba a enfadarme contigo?
Pero sí se había enfadado. Ella quiso aclararlo todo y dijo:
-He pensado que a lo mejor creías que estaba bucando chismes...
-Es lo último que pensaría de ti.
-Y tampoco estaba segura de que quisieras que Trace viniese a la boda -reveló al fin-. Me he estado preguntando si no habrá habido algún problema entre ustedes dos...
-Qué chica tan rara eres -dijo él en tono de burla, añadiendo después-. Aunque encantadora.
Le dio un beso en la punta de la nariz antes de seguir.
-Y, hablando de nuestra boda: ya está todo listo. Nos casamos mañana a las diez y media en la iglesia de St. Saviour y, a menos que tu hermano llegue a tiempo, no va a haber más que un par de testigos.
-¿No tienes familia o amigos que vayan a asistir?
-No tengo familia cercana y demasiados amigos como para decidir quién sí y quien no. Además, cuanta menos gente lo sepa mejor: Si se entera la prensa, se tirarán en paracaídas sobre la iglesia con tal de hacer unas fotos.
-Ah... -exclamó ella comprendiendo al fin por qué se había enfadado.
Con una sonrisa que suavizó sus duras facciones, él le pasó un dedo por entre las cejas para borrar la arruga que había aparecido allí.
-No pongas esa cara de preocupación, no creo que tengamos ningún problema. Y ahora, ¿por qué no nos vamos a celebrarlo por todo lo alto?
Tras una divertida tarde en Coney Island fueron a bailar hasta la madrugada a un local de Manhattan. Nick bailaba pegado a ella, con la mejilla junto a su pelo, y todas las dudas de Miley se esfumaron. Nunca había sido tan feliz.
Más tarde, ante la puerta de su dormitorio, la besó con ternura y, con su cara entre las manos, susurró:
-Mañana serás mía.
Él estaba resistiéndose deliberadamente, reprimiendo su apetito y el de ella. Podía, y la llevaría, al paraíso al día siguiente...
Y de repente Nick tuvo la extraña sensación de que, aunque era muy distinta de las otras mujeres que había conocido, aquella dulce e inocente chica podía hacer lo mismo por él.
Pero sólo cuando ya fuese su mujer.
Sólo cuando hubiese alcanzado su objetivo…

Al día siguiente, Miley se despertó tarde y vio que los deslumbrantes rayos del sol ya se filtraban por la persiana. Mientras se ponía unos pantalones y una camiseta corta, algo cómodo hasta que llegase la hora de ir a la iglesia, pensó que daba buena suerte el que luciese el sol el día de la boda.
Y era feliz, aunque la euforia de la noche anterior había desaparecido, se dijo casi como convenciéndose a sí misma. Pero sería aún más feliz si Trace hubiera recibido el mensaje y pudiera llegar a tiempo.
Tras desayunar con calma, Nick sacó una caja plana y pequeña y se la entregó.
-Es un regalo de boda -dijo ante la cara de intriga de ella.
-¡Pero yo no tengo nada que darte!
-Ya me habrás hecho un regalo cuando estemos casados.
Pero lo había dicho con una expresión extraña en la cara y ella, en vez de emocionarse ante sus palabras, sintió un escalofrío.
Él lo advirtió y le preguntó rápidamente:
-¿Es que no vas a abrirlo?
Miley lo hizo y dio un gritito de alegría al ver sobre el terciopelo negro del interior un camafeo con una gruesa cadena de plata.
En el frente aparecían los perfiles de un hombre y una mujer besándose y, en el reverso, unas manos entrelazadas.
- No sé cómo darte las gracias. Es justo, es exactamente... ¿Dónde lo has encontrado?
-Lo mandé hacer. Es una copia de un colgante de petición de mano romano. Pensé que te gustaría.
-¡Y me gusta! -dijo con los ojos claros resplandeciéndole-. Es perfecto.
-Déjame ponértelo y luego me puedes dar las gracias con un beso.
Aunque era una joya hermosa y romántica resultaba pesada y fría, como una cadena de esclavo, en su delicado cuello. Miley apartó de su mente aquella comparación y se volvió para abrazar a Nick y besarle.
Las manos de él la tomaron de la cintura y la atrajeron hacia si y sus labios se abrieron ante los de ella. La pasión surgió como un relámpago entre los dos y el mundo se incendió y las llamas los envolvieron.
-Deberíamos ir a cambiarnos ya, si no queremos llegar tarde a la iglesia.
Cuando estuvieron listos para salir, Nick le confirmó a Miley que no había habido noticias de Trace y, aunque expresó su pena por ello, no resultó muy convincente.
La antigua iglesia, con su ornamentada fachada de piedra y su rechoncho campanario, estaba incongruentemente custodiada por un rascacielos a cada lado. El interior era oscuro y solemne y la luz que atravesaba las vidrieras dibujaba manchas de color sobre los bancos y la alfombra.
Miley estaba parada junto a los escalones. Llevaba el traje color marfil, y un ramo de flores de albaricoque en la mano. Estaba nerviosa e insegura.
A su lado, impresionantemente guapo con su traje color gris y un clavel blanco en el ojal, estaba Nick, tranquilo y manteniendo el control.
A pesar de que era un día tan soleado, el interior de la iglesia era frío y húmedo. Miley no supo si se debía a eso o a los nervios, pero estuvo temblando toda la ceremonia.
Aunque respondió a todo claramente y en voz alta, el acto le parecía tan irreal como una obra de teatro. Lo único de lo que estaba segura era de su amor por Nick. Era como un firme mástil en su interior, alrededor del cual flotaban como cintas las dudas y los temores.
Era evidente que Nick no tenía ningún tipo de duda.
Al terminar la ceremonia en su cara había un gesto de triunfo, una arrogante satisfacción. Aquel no era un hombre al que se hubiese arrastrado al matrimonio. Era un novio que sabía lo que hacía y había conseguido exactamente lo que quería.
Tras firmar los documentos le dio las gracias al párroco, le estrechó la mano a la pareja de ancianos que había accedido a ser los testigos y, rodeando a Miley por la cintura con el brazo, corrió hacia el taxi que les había llevado desde casa, al cual Nick había pedido que esperara hasta el final de la ceremonia.
En sorprendentemente poco tiempo estaban de vuelta en casa. Una vez más, para asombro de Miley, Nick le pidió al taxista que esperase allí.
Cuando subieron, la señora Kirk les estaba esperando con una botella de champán y una tarta. Al enterarse de que no se habían hecho ni una foto insistió en que posaran a la manera tradicional, cortando el pastel de bodas.
Mientras lo probaban y bebían una copa de champán, Nick miró el reloj y comentó:
-No tenemos mucho tiempo.
-Bueno, ya tienen las maletas preparadas -dijo con alegría el ama de llaves-, y he dejado fuera un traje para que se lo ponga la señora Jonas durante el viaje.
Miley casi no oyó el final de la frase. Oír que la llamaban señora Jonas había captado toda su atención.
 -¿Es que vamos a alguna parte? -le preguntó a Nick reaccionando al fin.
-¿No te había dicho lo de la luna de miel?
-Pero no me dijiste que nos fuésemos de viaje -y añadió con un leve desánimo que no comprendía-. ¿A dónde vamos?
-Es una sorpresa -dijo con una mirada pícara-. Tenemos que salir para el aeropuerto tan pronto como te hayas cambiado.
Poco después la señora Kirk les acompañaba hasta la puerta con su habitualmente adusta cara transformada en una enorme sonrisa y enseguida estuvieron de vuelta en el taxi, avanzando en dirección al aeropuerto. Allí les esperaba el avión privado de Nick, lo cual reforzó la impresión de riqueza y poder que Nick le transmitía a Miley.
Tras un despegue sin problemas uno de los tripulantes les sirvió sandwiches de salmón y más champán. Miley estuvo a punto de pellizcarse para asegurarse de que no estaba soñando.
-¿Ha ido todo demasiado rápido, cariño? -le preguntó Nick al ver la atónita expresión de sus grandes ojos.
-Me siento como Alicia en el País de las Maravillas -reconoció ella.
-Pobrecita -bromeó él-. No te preocupes, cuando lleguemos a Cayo Jacob vas a tener mucho tiempo para descansar y asimilarlo todo.
-¿Qué es Cayo Jacob?
-La palabra «cayo», quiere decir isla pequeña. Y está en la costa de Florida.
-¡Vaya...!
Él le acarició la mejilla con el dorso de la mano antes de introducirla bajo su espesa cabellera castaña y detenerse en su tibia nuca.
-Y el Castillo de Jacob es ideal para una luna de miel -añadió bajando la voz.
Era un nombre muy raro para un hotel, pensó ella.
-¿Es que ya lo conoces? -le preguntó a Nick.
-Sí. Hay justo lo que vamos a necesitar: intimidad, una cómoda cama de matrimonio y ninguna distracción.
A ella se le hizo un nudo en el estómago y se le pusieron los nervios de punta.
-¿Cómo es la isla? -le dijo logrando mantener de alguna manera la voz calmada.
Y él se la describió durante los siguientes minutos, hasta que llegaron a Miami y dejaron el avión para proseguir el viaje en helicóptero. Fue la primera vez que Miley viajaba en ese aparato y, aunque ruidoso, le pareció emocionante.
Al mirar hacia abajo vio unas herbosas praderas y marismas que supuso que eran los Everglades y, mar adentro, no lejos de la costa, innumerables islitas que parecían ópalos engarzados en el mar color lapislázuli.
Había barcos de todo tipo navegando entre ellas y más adelante se veían ya las islas principales, Cayo Largo y Cayo Oeste.
-¿Ves los puentes? -le dijo Nick al tiempo que se acercaba a ella para indicarle por la ventanilla dónde estaban-. Hay cuarenta y dos a lo largo de la autopista de la costa, para conectarla con las islas habitadas.
Y, arropado por el ruido, continuó:
-¿Pero a quién le importa todo eso? Lo que de verdad llevo pensando todo el día es en esta noche... en sentir tu cuerpo desnudo debajo del mío... en escuchar tus gemidos y suspiros cuando te haga el amor de todas las formas posibles... En descubrir qué te da más placer y en enseñarte qué me da placer a mí... y en dormir con la cabeza junto a tu pecho...
Para espanto de Miley la cara se le comenzó a enrojecer. Escuchó la suave y satisfecha risa de Nick y le lanzó una mirada suplicante antes de girarse, con las mejillas encendidas, para mirar por la ventana con desesperación.
Cuando empezó a hablar de nuevo ella, sintió el impulso de taparse los oídos. Pero él sólo estaba señalando y diciéndole:
-Ahí está Cayo Jacob, a la derecha. Aterrizaremos en un minuto.

4 comentarios:

  1. me gusto mucho el cap
    ya empieza la venganza
    sig pronto
    cuidate bye

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  2. Ahhh pon el siguiente
    capi lo espero
    amo esta nove ya quiero
    leer el prox.
    BYE

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  3. me fascinooo!
    pero
    k trama Nick??
    k maloo!
    jaja
    ya kiiero el siguiente :)

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