Maldita sea!, pensó Miley. Pero, ¿por qué no aceptar el reto?
Mientras ella, sin pensárselo dos veces, empezaba a desabrocharse los botones del vestido, él sonrió y dijo jocosamente:
-¿Quieres que fije la mirada en el horizonte para que no te sonrojes?
-Haz lo que quieras -le espetó ella.
Aunque nunca había exhibido su cuerpo, no se avergonzaba de él en absoluto.
Levantó la barbilla y lo miró desafiantemente a los ojos mientras dejaba caer el vestido al suelo. A continuación hizo lo propio con la delicada ropa interior.
El se quedó contemplándola unos instantes a la luz que llegaba del gimnasio. Vestida parecía tan poco voluptuosa como un chico. Desnuda parecía una Venus de bolsillo y bien proporcionada.
Ella vio la sorpresa en los ojos de él antes de volverse para meterse en el jacuzzi.
«Un tanto a mi favor», pensó triunfalmente mientras entraba en la burbujeante bañera. ¿O no? De repente ya no estaba tan segura. Al fin y al cabo, sólo había hecho lo que él quería.
Se sentó en el asiento junto al borde. El agua le llegaba hasta los hombros y apoyó la cabeza en el reposacabeza de madera.
Dejó escapar un murmullo de placer.
-Me alegro de que te guste -comentó Nick.
Ella lo miró y vio que estaba sirviendo una mezcla de zumo de naranja y champán en las copas. Estaba completamente desnudo.
Miley nunca había estado ante un hombre desnudo. Quería apartar los ojos pero no podía: era como si estuviese hipnotizada.
¡Qué hermoso era! Tan delgado y elegante, con la piel con un brillo como de seda...
De improviso él levantó la cabeza y la sorprendió observándolo. Ella sintió que le subía la temperatura y, de algún modo, consiguió apartar los ojos. Él lanzó una suave risa.
-Mira todo lo que quieras. A mí no me da vergüenza.
Ella continuó con los ojos fijos en el vacío mientras él se acercaba para sentarse a su lado.
-Toma -le dijo tendiéndole una de las copas-. Es un Bucks Fizz, a ver si te gusta...
-Mmm... Es buenísimo -consiguió decir tras dar un sorbo con los ojos cerrados.
-No estés tan tensa -le dijo él al darse cuenta de su rigidez-. No voy a tirarme por ti.
-Ya me lo imagino -murmuró ella.
-Entonces relájate y disfruta.
Pero en aquellas circunstancias era imposible.
Cuando la copa estuvo por fin vacía, él la tomó de entre sus dedos y ella oyó que la depositaba en el borde.
El agua burbujeaba a su alrededor y los chorros de agua caliente le acariciaban la piel. La sensación era relajante, tonificante y sensual a un tiempo y poco a poco se fue tranquilizando y comenzó a disfrutar.
Él debía de haberse movido un poco, porque de repente su cadera desnuda rozó la de ella. Miley se quedó quieta, casi sin atreverse a respirar. Quería apartarse y a la vez no quería.
-¿Estás dormida? -preguntó él en voz baja.
Ella notó su aliento, cálido y agradable, en los labios y abrió los ojos.
Al instante se halló perdida, indefensa, sumergida en la dulzura de su beso. Fue la sensación más maravillosa que había experimentado nunca y deseó que no se acabase.
Cuando él se apartó, ella suspiró y volvió a abrir los ojos. La cara de Nick estaba muy cerca de la suya y pudo ver con toda claridad el brillo del triunfo en su mirada.
Aquella mirada fue como una ducha de agua fría.
Él advirtió el cambió de expresión en el rostro de Miley y al instante disimuló el gesto triunfal. Pero ya era demasiado tarde, el daño estaba hecho.
Miley se puso en pie con dificultad y dijo secamente:
-Creo que voy a salir ya.
-Sí, claro.
Él siguió sus pasos y la envolvió en uno de los albornoces antes de ponerse él mismo otro.
-Lo que de verdad nos vendría bien ahora sería nadar un poco -sugirió-. A esta hora tendríamos la piscina para nosotros solos.
Ella se anudó el cinturón y negó con la cabeza, salpicándolo todo con las gotas que caían de su coleta.
-No, gracias -contestó mientras recogía la ropa y los zapatos-. Yo me conformo con una ducha, y a la cama.
Nick sabía que lo había estropeado y, sin insistir, la acompañó en silencio hasta la habitación.
Decidida a dejar claro que no tenía más que decir, Miley abrió la puerta y se dispuso a cerrarla con una fría despedida.
-Podemos bajar a la piscina mañana. ¿Quieres que te despierte a las seis? -le dijo él entonces con desenvoltura.
-Ya te lo he dicho: no tengo bañador... Y no tengo intención de ir a nadar sin él.
-Dios no lo quiera -exclamó él-. Buenas noches entonces, Miley.
Una vez en el seguro refugio de su habitación reflexionó mientras se duchaba y se lavaba los dientes. ¿Qué le habría hecho actuar así, tan en desacuerdo con su carácter?
Probablemente el bourbon, al que no estaba acostumbrada. En el futuro pediría bebidas sin alcohol, pareciese infantil o no. ¿Qué había sido de su sentido común? Una cosa era pensar en jugar con fuego y otra muy distinta llegar a hacerlo.
Pero es que nunca antes había comprendido lo fuerte que podía ser la atracción física.
¿De qué atracción física hablaba? La verdad era que se había enamorado de aquel hombre. Así de rápido.
Pero tenía que ocultarlo. Hacer que las mujeres se enamorasen de él debía de ser un pasatiempo para Nick, algo que hacía sólo para divertirse. Y no se podía permitir darle ninguna ocasión más de burlarse de ella.
Se sentó en la cama y golpeó la almohada imaginándose que era la cabeza de Nick. ¡Era un cerdo arrogante y cruel! ¿Cómo podía haberse enamorado de alguien así?
Pero, de alguna manera, había sucedido.
Es decir que, hasta que consiguiese matar aquel amor, tendría que disimularlo. Si no, estaría a su merced como la pobre Carole.
Si al menos no tuviera que vivir con él durante las próximas tres semanas, todo sería más fácil. Si no tuviera que verlo al día siguiente...
Miley se llamó la atención a sí misma. Tenía que calmarse. Le echaría la culpa de lo ocurrido al bourbon y, con un poco de suerte, él lo creería.
Si lograba convencerlo de que era inmune a sus encantos, él acabaría por dejarla en paz. Y cuando su obligada estancia en su casa terminase ya no volvería a verlo más. Con aquel pensamiento en su mente, se quedó dormida.
Miley se despertó al oír que llamaban a la puerta.
-Vamos, bella durmiente -dijo la voz de Nick-.Ya son casi las seis y cuarto.
Miley apartó el edredón mientras murmuraba palabras indignas de una dama y se arrastró hacia la puerta. Abrió y se lo encontró recién duchado, con el pelo aún goteando, con un albornoz corto. Estaba peligro samente guapo y sonriente.
-Buenos días.
A pesar de sus buenos propósitos, el corazón de Miley se lanzó a la carrera.
-¿Has dormido bien? -añadió él.
-Sí, muy bien, gracias. ¿Y tú? -respondió ella educadamente.
-No tan bien como siempre -admitió él con cara de pena.
Se había quedado largo rato despierto recordando su imagen desnuda junto al jacuzzi, tan delicada y al tiempo asombrosamente voluptuosa.
Pero también recordó su valor, la mirada retadora de sus ojos ante su desafio. Sin saber cómo, súbitamente, la había encontrado misteriosa e interesante y, si no hubiera sido quien era...
Apartó la idea de su mente como una molesta mosca y le preguntó:
-¿Estás lista para bajar a nadar?
-Ya te dije anoche que no tengo bañador.
-Ahora sí -repuso él entregándole un paquete-. Creo que es tu talla. Date prisa, anda: te doy cinco minutos.
Antes de que ella pudiese tomar aliento para protestar ya había desaparecido.
Abrió la caja: era un bikini de diseño, en estampado de piel de leopardo, con cinta del pelo y blusón a juego.
Miley sabía que nunca se podría permitir comprar algo tan caro y la curiosidad la hizo probárselo. Le quedaba perfecto.
Aún estaba mirando con los ojos como platos a la exótica imagen que el espejo le devolvía cuando más golpes en la puerta le advirtieron que los cinco minutos ya habían pasado.
Volvió a abrir la puerta y vio que Nick tenía un par de toallas entre los brazos.
-Ah, ya estás preparada -dijo como saludo-. Vamos.
Ella negó con la cabeza.
-No puedo ponerme esto. Se sale de mi presupuesto.
-Ya está pagado.
-Gracias -dijo ella en un tono glacial-, pero no pienso dejar que me compres ropa.
-Si tanto te preocupa me aseguraré de que Trace me lo reembolse.
-Tampoco pienso aprovecharme así de Trace.
Prefería ponerse el bañador viejo, o no ir.
Si él se hubiera mostrado irritado o hubiera insistido más, ella se hubiera mantenido firme. Pero, en vez de eso, él dijo muy razonablemente.
-Me parece admirable, pero no quiero que empecemos el día mal. Si quieres, puedes pagármelo cuando empieces a trabajar. Además -añadió con cara de aflicción-, si lo devuelvo le daré un disgusto a Arthur.
-¿Qué tiene que ver Arthur con el bikini? -exclamó ella, extrañada.
-Su mujer tiene una tienda y anoche, antes de acostarme, le pedí que me trajese algún bañador. Esta mañana a las cinco y media, cuando ha empezado el turno, me ha traído varios para que eligiese.
Y tras una pausa añadió, burlón:
-¿Ves? Arthur y su mujer se han tomado muchas molestias para que tú y yo pudiésemos bajar a la piscina esta mañana... A menos que de verdad no quieras venir...
Ella trató de mentir, de decir que no le apetecía, pero sus labios se negaron.
El leyó la expresión de su cara y dijo:
-Bueno, ¿a qué esperamos?
-Voy a ponerme las sandalias.
Cuando el ascensor se detuvo en la zona de recreo, con alegres sombrillas y plantas para dar ambiente, vio que no había nadie más y que el bar estaba aún cerrado.
El agua color turquesa tenía un aspecto muy apetecible, la superficie Miley como un espejo.
Nick dejó las toallas y el albornoz en una tumbona y la sonrió. Llevaba un bañador negro que se le ceñía a las esbeltas caderas y realzaba la longitud de sus piernas.
-¿Una carrera hasta el otro lado? -sugirió él.
Ella, aunque sabía que no tenía ninguna posibilidad de ganarle, se acercó junto a él hasta el borde.
-Te doy una ventaja de diez segundos -ofreció él al tiempo que con una mirada de admiración recorría las curvas de su cuerpo.
Aquello significaba que la miraría mientras saltaba, pero no podía decir que no.
-¡Qué generoso por tu parte! -dijo bromeando.
Entonces estiró los brazos sobre la cabeza e, inclinándose, saltó al agua bastante bien para alguien falto de práctica. Unos segundos después, Nick surgió junto a ella y nadó a su lado con una brazada tranquila, sin esfuerzo. Llegaron a un tiempo.
-Justo a la vez -observó él mientras se sacudía el agua de la cara.
-¡Venga ya! -repuso ella con poca elegancia-. ¡Podías haberme ganado sin ningún esfuerzo.
-Siempre gano cuando quiero... -murmuró él fijando los verdes café en los suyos.
Molesta e hipnotizada por aquella mirada, Miley habló sin pensar.
-Entonces no habrás aprendido a ser un buen perdedor.
Él movió la cabeza.
-Enséñame un buen perdedor y yo te enseñaré un perdedor. Punto.
A ella le repugnó momentáneamente aquella crueldad y se apartó de él nadando a braza.
-¿Ya has tenido bastante? -le preguntó Miley un poco más tarde.
-Sí -admitió ella-, pero tú puedes seguir si quieres.
Él negó con la cabeza.
-No, me apetece un café.
El bar ya había abierto y en el aire flotaba el aroma del café y las tortitas. Tan pronto como se hubieron secado y sentado a una mesa, Nick se acercó al mostrador y volvió con dos tazas de café y dos bollos recién hechos.
-Mmm... ¡Qué bueno! -dijo Miley con admiración tras tragarse el último bocado- Y me ha encantado nadar un rato.
-¿Tanto como el jacuzzi? -preguntó él como si nada.
Ella se sonrojó como si la hubiesen metido en agua caliente.
A él le pareció gracioso y añadió:
-No hace falta que te pongas tan roja: ya había visto una mujer desnuda antes.
«A mí no», pensó ella.
-Y no es ningún crimen que te sueltes un poco el pelo.
Tal y como ella lo veía había sido soltarse mucho el pelo.
-No me acuerdo de casi nada -mintió ella con desesperación-. Quizá debiera haber seguido tu consejo y no pedir bourbon.
Él pasó por alto el comentario y continuó:
-¿Pero recuerdas como reaccionaste cuando te besé?
Ella dejó de fingir y respondió bruscamente:
-No volverá a pasar.
-Pareces muy segura.
-Lo estoy.
-¿Intentas decirme que no te gustó que te besara?
-Intento decirte que no estoy dispuesta a que se rían de mí.
-¿Reírse de ti? -repitió él lentamente. O sea que se iba a hacer el inocente.
-¿Por qué me diste ese beso?
Durante un instante, él adoptó una expresión de asombro e irritación. A continuación se borró de su cara toda expresión, salvo una de cierta cautela.
-¿Por qué un hombre le da un beso a una mujer?-le preguntó él.
-Tú eres el hombre aquí. Dímelo tú.
Con la mirada centrada en la boca de ella, él contestó:
-Normalmente porque no puede resistir la tentación.
-No creo que ese fuese el caso.
-No estimas tu atractivo en lo que vale, cariño. Y, por si no te acuerdas, estabas muy seductora...
Miley mordió el anzuelo y repuso:
-Lo que sí recuerdo es tu mirada de triunfo después.
-Eso casi parece una acusación.
-Lo es.
-¿Por qué? -preguntó él con los ojos encendidos
¿Qué esperabas? ¿Qué pusiese cara de decepción, o me quedase indiferente?
-No -admitió ella-. Pero pensé que simplemente estabas jugando... Intentando hacer que cayese a tus pies.
Nick lanzó una maldición a media voz. Aquella jovencita ingenua era más astuta de lo que él había pensado.
-¿Quieres decir que crees que voy haciendo una muesca en el cabecero de la cama cada vez que conquisto a una chica?
-Sí. Eso es exactamente lo que quería decir -entonces le pareció ver en la cara de Nick algo similar al alivio y añadió-. Excepto que no creo que de verdad tuvieras intención de llevarme a... -se detuvo ella sonrojándose.
-¿Llevarte a la cama? -añadió él-. Eres demasiado inocente, cualquier hombre con sangre en las venas querría hacerlo.
Tras hacer una reflexiva pausa, como si hubiera estado tratando de tomar una decisión, él estiró el brazo sobre la mesa y le tomó la mano a Miley.
-Sin embargo, tienes razón en una cosa: sí estaba intentando que cayeras a mis pies...
Hola muy lindo el capi
ResponderEliminarespero pronto el otro..
un beso!!!
Jajaja me encantooo el cap!!!
ResponderEliminarEspero el siguiente si??
Besos!!!
buen cap....
ResponderEliminarmira que salio descarado y cara dura el nicho
saludos
Xo
Hermoso capitulo, subi el proximo capitulo prontoo! La nove es genial, cdt!
ResponderEliminarno puedes dejarlo ahí!
ResponderEliminartienes k subir pronto el proximo
cap!!! pliiiis! jeje
me dejaste comiendome las uñas!