sábado, 21 de mayo de 2011

Venganza Capítulo 12

Un lento escalofrío recorrió a Miley y Nick le tendió la mano, preguntándole:
-¿Vas a bajar conmigo ahora a comer algo?
Estuvo a punto de negar con la cabeza, pero se lo pensó mejor. Aunque no tenía apetito quería salir de la tensa atmósfera del dormitorio.
Se puso en pie sin responder y evitando tanto los ojos como las manos de Nick, había dado un par de pasos hacia la puerta cuando él la agarró por la muñeca y la hizo parar.
Ella se giró para mirarlo con sus grandes y asustados ojos. Había una arrogante sensualidad en el gesto de su boca y sus ojos se clavaron en los de ella autoritariamente.
-Vamos a dejar algo claro le dijo con suavidad-: no pienso permitirte esta actitud. Si prefieres que vayamos directamente a la cama...
-No -logró decir ella a pesar del pánico que la invadió-. Prefiero comer algo.
¡Cobarde!, se dijo Miley para sí misma. Pero no tenía sentido precipitar lo que más temía.
Bajaron las escaleras de la mano como dos enamorados. Como siempre, su contacto la hizo temblar. Pero esta vez era de odio.
En la bonita cocina les esperaba una estupenda cena fría. Nick la ayudó a sentarse y, una vez sentada, la sirvió un tentador plato de marisco fresco y ensalada.
-Gracias -dijo ella en un tono frío y formal.
-¿Champán?
-No, gracias, ya... -se detuvo antes de decir que ya no tenían nada que celebrar y dijo-. Ya he tenido bastante champán por hoy.
Tenía el estómago cerrado y tomó un poco de pan y algo de ensalada antes de apartar el plato.
-¿Eso es todo lo que piensas comer? -preguntó él con un deje de impaciencia-. Has comido muy poco en todo el día.
-No tengo mucha hambre -y se atrevió a añadir con dulzura-. No sé por qué será.
El tiro pareció dar en la diana porque la cara de Nick se tensó y, sin más comentarios, éste se dispuso a servir el café.
Mientras se lo tomaban en silencio, Miley lo observaba con disimulo. Estaba callado y concentrado en sus propios pensamientos, como si examinase su interior. Y, a juzgar por su gesto, no le gustaba lo que había encontrado allí.
Tras unos instantes, su rostro cambió y, en una actitud tan normal como si no hubiera pasado nada, sugirió:
-¿Por qué no salimos a estirar las piernas?
A Miley le pareció una buena idea y se puso en pie enseguida. Aún no se había calmado del todo y necesitaba tiempo para recobrar el equilibrio antes de analizar en profundidad lo que había ocurrido.
En el otro extremo de la sala había unas puertas que daban a una terraza con un tramo de escaleras que conducía al puente levadizo sobre el foso.
Fuera la luz era dorada como la miel y la balsámica brisa llevaba un olor a orquídeas y a mar.
Nick evidentemente quería que la relación continuara siendo amistosa y empezó a hablarle del foso mientras cruzaban el puente.
Miley caminaba a su lado sin escucharlo, presa del temor ante la noche que la esperaba. ¿De verdad estaría dispuesto a usar la fuerza?
A pesar de su indudable crueldad, Miley intuía que no lo haría. Un sexto sentido la dijo que aunque era un hombre capaz de todo para seducir a una mujer nunca la forzaría. Le gustaba que fuesen cálidas y bien dispuestas.
Es decir, que su única defensa era mostrarse rígida y fría. Si podía. Aunque ahora lo odiaba por lo que la había hecho, su cuerpo aún ansiaba el deseo y la satisfacción que él podía darle.
Bueno, pues su mente tendría que controlar a su desmandado cuerpo, se dijo. Cuando él hubiese aceptado la derrota, ella insistiría en tener su propia habitación. Y cuando Trace viniese, si venía...
Absorta en sus pensamientos tropezó y hubiese caído al suelo de no ser por Nick. Aquello la hizo volver a la realidad y advirtió que estaban en un sendero, rodeado de plantas trepadoras y exuberante vegetación, que llevaba a la playa.
Al llegar a ésta vieron ocultarse el disco naranja del sol bajo el mar y el crepúsculo cayó como cae cerca del trópico: con la rapidez de un azul telón sobre un escenario.
Se quitaron los zapatos y caminaron por la playa uno junto a otro, pero sin tocarse.
-Cuando era pequeño solía venir aquí a nadar -le contó él-. Y es uno de los mejores sitios en Norteamérica para bucear.
El contacto de la arena bajo sus pies era sensual y tibio, las olas susurraban al llegar a la orilla y sobre sus cabezas sonaba el rumor de las hojas de las palmeras agitadas por la brisa. Las estrellas comenzaron a lucir.
Era hermoso y romántico y, de pronto, ella sintió ganas de llorar. Si las cosas fuesen distintas... Si de verdad estuviese enamorado de ella...
Pero las cosas no eran distintas. Y él no la quería.
Y sabiendo eso de ninguna manera se prestaría gustosamente a consumar el matrimonio.
Aunque antes había hablado con total confianza en su poder de persuasión ahora no estaba haciendo ningún intento de aprovechar el romántico ambiente de la idílica noche tropical.
Pero era un magnífico estratega... Quizá la superficial conversación y la actitud platónica eran parte del plan para hacerla sentirse segura.
Pues estaba perdiendo el tiempo, porque sí estaba alerta.
-Tienes un gesto fiero -le dijo él, divertido.
Aquello la hizo salir de sus pensamientos y reparó en que habían llegado al final de la playa. Frente a ellos, más allá del arrecife de coral, se recortaba ante la luna llena la silueta de los manglares al borde del agua.
El cielo color añil estaba salpicado de estrellas y el plácido mar tenía reflejos de plata sobre negro. Aparte de unas pocas luces en el horizonte era como si estuvieran solos en el mundo. Era una noche mágica, una noche para enamorarse...
Nick se sentó y dio unas palmadas en la fina arena invitándola a hacer lo propio.
-Ven a sentarte a mi lado y cuéntame por qué estás tan enfadada.
Y ahora quería encandilarla con su encanto y sus palabras tiernas.
-No, gracias -le contestó ella glacialmente.
Un segundo después, él la agarraba de la pierna y la hacía caer sobre su regazo.
-Así está mejor. No me gustas nada cuando te pones orgullosa -le dijo en un tono de total satisfacción.
-Déjame.
-La verdad es que no quieres que te deje ir -dijo en un tono deliberadamente humillante y con una sonrisa burlona-. Sólo me lo dices porque quede intacto tu orgullo. ¿Dónde estaban el encanto y las palabras tiernas?
-Pero estás perdiendo el tiempo.
-Sé que estás loca por mí y...
-¿Qué demonios te hace pensarlo? -lo interrumpió ella, logrando mantener un tono de desprecio y distancia.
-Siendo el tipo de mujer que eres nunca te hubieras casado conmigo de no estar loca por mí.
Aquello dio justo en el blanco y Miley le espetó:
-¿No has oído hablar de la atracción sexual? Pues incluso eso ha desaparecido en cuanto he descubierto el tipo de hombre que eres.
 Él rió con desprecio.
-No me cuentes cuentos. Estás encaprichada y lo sabes. Si yo no hubiera tenido otros planes y hubiera seguido el juego un poco, te hubieras acostado conmigo la primera noche.
-Eres un egoísta, creído... -trató de liberarse pero él la retuvo fácilmente con un solo brazo.
-Me vendrá muy bien tener una mujer joven e impulsiva y, si eres obediente, puede que hasta te trate bien... A mi manera, claro -añadió con sarcasmo.
Con la mano libre le tomó el pecho, acariciándolo con una deliberada insolencia.
-Las reacciones de tu cuerpo son muy fuertes. Me pregunto si te harán volver a mí suplicando cuando ya hayas servido a mis fines y me quiera deshacer de ti.
-Eres un bastardo...
Sus palabras de desprecio y el tono de sarcasmo hicieron enfurecerse a Miley. Perdió el control y, sollozando desesperadamente, se arrojó sobre él como una tigresa y le golpeó la cara con una primitiva violencia de la que nunca se había creído capaz.
La fuerza de aquel golpe lo tendió de espaldas. Él, sin hacer ningún ademán de contraatacar, se defendió manteniéndola a raya hasta que uno de los puños de Miley le llegó a dar en el pómulo. Él la agarró ambas muñecas y rodaron por la arena, hasta que él se sentó sobre ella para detenerla.
Un segundo después, la boca de Nick buscó la de Miley empujando su cabeza contra la arena.
Su inquieta lengua, y el peso de su cuerpo sobre el de ella eran potentes afrodisiacos.
Él le soltó las muñecas y ella recorrió su sedoso pelo con las manos, como aprendiendo la forma de su cabeza.
La mano de Nick se movió hacia abajo, dejando un rastro de fuego en su piel, siguiendo la curva de la cintura.
De improviso la ropa le parecía una prisión. Quería desesperadamente sentir el contacto de la piel de él. Como si pudiera leerle el pensamiento, Nick le desabrochó la blusa con un rápido y hábil movimiento y abrió el broche delantero de su sostén.
Le acarició las costillas y el pecho con sus largos dedos y cuando éstos encontraron sus firmes pezones, ella gimió. Un segundo después la boca ocupó el lugar de los dedos y ella se retorció de deseo cuando él se los mordisqueó, enviando a su interior las más exquisitas sensaciones.
Mientras salían ahogados gemidos de la garganta de Miley, él la despojó de la falda y la extendió sobre la arena. A continuación se deshizo con rapidez del resto de las ropas de ambos. Cuando volvió a abrazarse a ella, Miley sintió con asombro su dura masculinidad rozándole la sensible piel.
-Por favor... Por favor... -suplicó ella.
Él le separó los muslos y sus dedos investigaron con delicadeza pero firmemente entre ellos antes de que él entrase en ella lentamente por primera vez.
En el instante de completa calma que siguió, él susurró:
-Estás bien, cariño.
A ella le ardía la seca garganta y dijo con la voz ronca:
-Sí... claro que sí...
Él comenzó a moverse de nuevo rítmicamente, llegando cada vez más profundo, mientras la espiral de maravillosas sensaciones que engendraba dentro de ella crecía en intensidad hasta que todo su ser se elevó.
Se detuvo uno o dos segundos, haciéndola esperar, antes de liberarla con un último y potente empuje. Ella gritó al sentir que el mundo entero explotaba en una cascada de fuegos artificiales y su cuerpo se convulsionaba bajo el de él.
Su reacción disparó la de él y, unos segundos después, con la respiración entrecortada, él tembló hasta quedarse completamente quieto, con la cabeza descansando sobre su pecho.
Miley no era consciente más que de su cuerpo y del peso de Nick sobre ella, ciega y sorda, mientras unas deliciosas ondas de satisfacción la inundaban.
Poco a poco la conciencia del mundo exterior retornó a su mente. Oyó la brisa agitando las ramas de las palmeras y el sonido de las olas y, más cerca, el canto de un pájaro nocturno.
Dejó escapar un suspiro y Nick se movió y alzó la cabeza. Al notar el movimiento, ella abrió los ojos para descubrirlo observándola a la luz de la luna.
No supo que había estado llorando hasta que él le secó las lágrimas con los pulgares. En su bronceado rostro había una expresión mezcla de ternura y júbilo. Aunque había esperado una reacción ardiente estaba asombrado y encantado al ver la profundidad de su pasión.
-¿Has disfrutado de tu primera vez? -le preguntó suavemente.
-Sí -era una palabra que se quedaba muy corta y le dieron ganas de reír. Sin defensas en aquel momento, admitió-. No tenía ni idea de que las sensaciones pudieran ser tan intensas. Creía que iba a morir.
En los ojos de Nick apareció una mirada de triunfo que ella no pudo reprocharle y su boca se curvó en una gran sonrisa antes de preguntarle malévolamente:
-¿No sabías que las sensaciones fuertes se potencian unas a otras?
Ella tardó un instante en comprenderlo. Sin querer que su voz sonase indignada sino intrigada, dijo:
-Lo has hecho a propósito...
-¿Hacer qué?
-Decir todas esas cosas tan humillantes para que me enfadase.
-He pensado que era la mejor manera de romper las barreras -reconoció él- y ponerte furiosa ha tenido un doble fin. Pero no me esperaba que fueses tan salvaje -dijo palpándose con cuidado la mejilla-. Casi me pones un ojo morado, ¿no te arrepientes?
Miley estaba aún en un estado de euforia que rayaba la embriaguez y, agarrándolo por el cuello para acercarle la cara a la suya, susurró:
-En este momento no me arrepiento de nada...
La boca de él selló la suya y, con habilidad y ardor, comenzó a excitarla otra vez. El era amable con el cuerpo de Miley, y enseguida ella se abandonó y reaccionó con todo el fuego de su apasionada naturaleza.
Esta vez, él le hizo el amor despacio. Se movió con una lentitud enloquecedora, haciéndola jadear al retirarse hacia atrás antes de volver a avanzar inexorablemente en su interior.
Sólo cuando supo que estaba al borde, aceleró el ritmo, reprimiendo sus propias sensaciones hasta que ella gritó y él sintió las palpitaciones dentro de ella. Entonces se relajó y la siguió al abismo.
Después, con la falda arrugada aún bajo sus cuerpos, Miley se durmió entre sus brazos con la cabeza junto a su pecho.
El cosquilleo de sus pestañas la hicieron suspirar y moverse.
-Despierta, cariño -le dijo él-. Es hora de irnos a la cama. Hace mucho frío de madrugada y no quiero que te resfríes.
Pero el sueño de ella era demasiado profundo y sólo consiguió mascullar algo incomprensible antes de acurrucarse de nuevo junto a él.
Miley despertó lenta e indolentemente y se desperezó. Su mente aún estaba nublada por el sueño y apenas era consciente de aquella sensación de bienestar en todo el cuerpo.
Continuó tumbada con los ojos cerrados mientras algunas ideas empezaban a filtrarse en su conciencia. Hoy iba a ser el día de su boda... No, ayer fue el día de su boda... Trace no había llegado a tiempo... Pero recordaba el anillo, y el pastel de la señora Kirk y el helicóptero...
De pronto, el reguero de pensamientos se convirtió en una riada al romperse el embalse. Con un profundo dolor y una rabia inútil y amarga recordó la perfidia de Nick y luego, con desprecio por sí misma, su propia rendición.
Su mente le presentaba la escena de la playa una y otra vez, como si quisiera torturarla. Una vez más sintió el éxtasis cuando el cuerpo de Nick invadió el suyo, la fresca brisa de la tarde en la encendida cara, los granos de arena bajo la cabeza...
Pero ahora, aunque no recordaba haber vuelto a entrar en la casa, estaba en una muy cómoda cama.
Con un bostezo ahogado abrió los ojos para ver que la luz del sol llenaba la habitación.
Al volver la cabeza vio que Nick estaba a su lado. Apoyado sobre un codo estudiaba su cara como si quisiera aprender de memoria cada rasgo: la boca, un poco grande, la cara en forma de corazón, los marcados pómulos y el hoyito de la barbilla...
-Buenos días -le sonrió él.
Aunque se arrepentía amargamente de su rendición, se descubrió pensando en lo devastadoramente atractivo que era, tan sexy y viril con aquellos ojos oscuros copados de pestañas, un mechón de pelo negro sobre la frente y la oscura sombra de sus cejas.
Él se inclinó para besarla y, como ella apartó la cara, el beso aterrizó en la mejilla.
-¿No me das un beso de buenos días? -preguntó él, intrigado.
-Debes de pensar que soy una mujer fácil.
-Creo que eres un encanto.
Y era verdad. Aunque no era su tipo, ya que a él siempre le habían gustado las mujeres altas, refinadas, las bellezas de pelo negro que sabían lo que hacían, Miley había llegado a fascinarlo raramente. Tenía valor, amabilidad, dulzura y un aura sexual de la que no parecía consciente en absoluto.
-Y yo creo que eres un cerdo mentiroso -le dijo ella entre dientes.
-Yo esperaba que después de lo de anoche las cosas irían mejor, que hoy estarías un poco más... digamos resignada, a ser mi mujer. Un poco más animada.
-Me siento fatal -dijo ella escuetamente.
-¿Ayudaría en algo una taza de té?
Ante su silencio, él salió de la cama y se puso una bata azul marino y, descalzo, se encaminó a la puerta.
Ella deseó que no volviera nunca, no tener que volver a verlo jamás. Deseó poder salir corriendo y dejarlo todo atrás, incluso los recuerdos. Pero eso, lo sabía bien, era imposible. A cada segundo se acordaría de él y de su noche de amor.
Había sido un amante extraordinario. Claro que eso ya lo esperaba de él. Lo que no había esperado era la cautela y la consideración que había mostrado con ella. El empeño en no hacerle daño... al menos físicamente.
Aun así le había mentido, la había embarcado en aquella farsa de matrimonio y, en su beneficio y a pesar de la oposición de Miley, había usado unos métodos despreciables para consumar el matrimonio.
De alguna manera hubiera preferido que lo hiciese por la fuerza. Al menos así su orgullo hubiera quedado intacto.
Pero ahora la culpable era ella. Su propio cuerpo la había traicionado y se daba asco a sí misma. Claro, que si Nick creía que eso iba a volver a ocurrir estaba muy equivocado: su magnetismo sexual no era tan potente como él pensaba.
Mantendría el control y evitaría otros contactos en el futuro. Y cuando Trace llegase se iría con él...
La puerta se abrió para dejar paso a Nick, que llevaba una bandeja con el desayuno. Miley se sentó bruscamente y, al ver que estaba desnuda, se tapó el pecho con la sábana.
Él la observó con una mirada de sarcasmo y, sin hacer ningún comentario, sirvió dos tazas de té. Cuando le ofreció una galleta, ella negó con la cabeza.
El, sentado al borde de la cama, dijo sardónicamente:
-No me digas que tu primer encuentro con el amor, además de generar un tardío pudor, te ha dejado sin habla...
-No fue amor -objetó ella con amargura-. Sólo deseo.
Él se encogió de hombros.
-Lo llames como lo llames, yo diría que le tienes una afición natural.
Miley se sonrojó. Su primer encuentro real con el amor físico la había sorprendido: nunca había sospechado que bajo su cotidiana calma se ocultara una naturaleza tan tempestuosa.
-¿Cómo he llegado hasta aquí? -dijo para cambiar de conversación-. Lo último que recuerdo es que estaba en la playa.
-Estabas profundamente dormida, o sea, que te traje en brazos.
-¿Desde allí? -exclamó ella.
-Hay un atajo y tú no pesas mucho.
-No sé por qué no me desperté -murmuró ella, incómoda.
-Estabas completamente exhausta, lo cual no me sorprende -su voz se hizo más profunda-. Fuiste tan ardiente, tan apasionada...
Ella agachó la cabeza con la vergüenza reflejada en el rostro.
-¡No pongas esa cara! -le ordenó él bruscamente.
-¿Cuál?
-De vergüenza, de arrepentimiento por ser una mujer cálida y apasionada. Como si te odiases a ti misma.
-Me desprecio... Aún más de lo que te desprecio a ti -añadió sin pensárselo.
A las pupilas de Nick asomó la rabia, pero la ocultó enseguida bajo una máscara inexpresiva. Tras un par de segundos dejó en la bandeja la taza de té y sugirió con amabilidad:
-¿Te gustaría acompañarme a nadar un rato?
Miley estuvo tentada de negarse, pero cambió de opinión. Hasta que Trace llegara estaba atrapada con Nick y el sentido común le decía que las cosas serían más fáciles si la situación se volvía lo más similar posible a la vida normal y cotidiana.

2 comentarios:

  1. Estubo geniaaaaaalll!!!! me encantooo me qde sin palabras!!!!
    Espero el siguiente xfaaaaaa!!!!

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  2. Hola
    Soy nueva seguidora y lectora
    Estuve leyendo un poco la nove para ponerme al dia y la verdad es que me encanta!
    Ya quiero ver los siguientes
    Pliss no te tardes :D
    Y si tienes tiempito pasa por mi blog y sigueme ;)
    Te espero ...♥

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