Miley se encontró preguntándose qué tipo de hombre sería su hermano. No sabía nada sobre su matrimonio, o sea, que no podía defenderlo. Pero por lo poco que lo conocía, por sus cartas y su actitud hacia ella, no parecía el tipo de hombre que maltrataría a su esposa embarazada.
-Como estaba diciendo... -continuó Nick mientras la acariciaba la mejilla- si al cabo de ese tiempo resulta que todavía me interesas, tengo intención de mantener nuestro matrimonio.
-¡Muy amable! Pero se te olvida una cosa.
-¿Qué?
-Yo. Lo que yo quiera y tenga intención de hacer.
-Quizá sea hora de dejar una cosa clara -dijo él negando con la cabeza-. Harás exactamente lo que yo diga. Aunque estoy dispuesto a ser un marido tolerante entre mis planes no está...
-Quizá sea hora de que yo te deje algo claro -dijo ella entre dientes-. Tus planes, sean los que sean, no cuentan. No tengo intención de quedarme contigo cinco días si puedo evitarlo, por no hablar de cinco meses. Si Trace viene...
-Vendrá.
-Pues me iré con él.
-Me temo que no lo puedo permitir.
-No puedes retenerme aquí -dijo ella valientemente.
Pero trató de no pensar en lo que ocurriría si había pelea entre él y Trace. La perspectiva era espantosa.
-Si te importa mínimamente tu hermano -dijo él como si supiese lo que estaba pensando Miley- no hará falta llegar a soluciones desagradables. Con tu cooperación encontraremos una salida más civilizada y, sin embargo, efectiva.
Miley esperó con el corazón en un puño.
-Por el momento -continuó Nick- todavía tiene algunos recursos y una vida aparentemente normal. Aunque soy dueño de su compañía podría mantenerme al margen y permitirle dirigirla. Por otra parte -añadió con una mirada oscura y glacial-, tengo el poder suficiente para dejarlo en bancarrota. Mañana mismo lo podría poner en la calle sin un solo centavo. Depende de ti.
-Si es un ser tan despreciable como tú dices, ¿por qué iba a importarme lo que le ocurriera?
El desafío de Nick estaba perfectamente calculado.
-Pero tú no crees que sea así, ¿verdad?
No, no lo creía. La misma intuición que le había dicho que había algo oscuro en Nick, le decía ahora que las cosas no podían ser como él las pintaba.
-¿Qué prefieres Miley? Puedo arruinarle si hace falta, pero creo que hacerle sufrir por ti como yo sufrí por Ginny es un castigo más adecuado.
Una cosa estaba clara: no podía quedarse parada y ver como Trace lo perdía todo. Era su hermano y había sido tan amable con ella...
Si accedía a quedarse ganarían algo de tiempo y quizá; con suerte, Trace no se preocupase tanto como Nick pensaba...
Al leer en su cara lo que pensaba, él sonrió y dijo:
-Me alegro de que hayas decidido cooperar.
-Vas demasiado rápido -dijo ella intentando mantener el control de la situación. Si me quedo quiero tener una habitación propia y me tienes que prometer que no...
-Sin condiciones, Miley. Si te quedas conmigo yo dicto las normas -le dijo él posándole un dedo sobre los labios.
-O sea, dominación absoluta.
-Puede que llegue a gustarte -dijo recorriendo el borde de sus labios con el dedo.
-Ni en sueños.
Él rió.
-Bueno, si es igualdad lo que buscas puedes empezar ahora mismo...
Confusa ante sus palabras y su gesto le preguntó, insegura:
-No sé a que te refieres.
-Entonces te lo enseñaré.
Se acercó a ella y le rozó levemente los labios antes de apartarse.
-Ahora bésame tú -dijo él-. Vamos, bésame. Sabes que, a pesar de todo, lo estás deseando.
Era verdad. Lo deseaba. Como si estuviera embrujada acercó sus labios a los suyos. Al notar que los de él permanecían cerrados los recorrió con la punta de la lengua. Cuando finalmente se abrieron, ella se emocionó ante aquella pequeña victoria. Tardó un par de instantes en notar que las manos de él recorrían su cintura. Él se deslizó poco a poco hasta quedar medio tumbado.
Tomó entonces una de las manos de Miley y se la llevó hasta el corazón y la mantuvo allí mientras susurraba:
-Sí, tócame...
Ella obedeció y dejó correr sus dedos sobre el áspero pecho en una exploración tan satisfactoria como erótica.
Siempre había soñado con acariciarlo con libertad y ahora se deleitaba en el contacto de sus sólidos huesos y músculos, en la suavidad de su piel y las potentes curvas de sus hombros.
Animada por los acelerados latidos del corazón llevó los dedos a las costillas, y le acarició la delgada cintura y las caderas hasta llegar a su liso y duro estómago.
La respiración de Nick se entrecortó cuando ella bajó aún más y tomó en su mano aquella carne erecta. Sonriendo, con la sabiduría transmitida desde los tiempos de Eva, la acarició y comprendió triunfalmente que tenía casi tanto poder sobre él como él sobre ella.
Excepto que en el caso de él casi cualquier mujer le valdría.
Aquella idea fue como un jarro de agua fría y la hizo detenerse. Pero cuando trató de apartarse, él la retuvo entre sus brazos diciendo:
-No, señora Jonas, no te vas.
-Déjame -dijo ella forcejeando-. No quiero...
Se resistió hasta que, exhausta, probó la resistencia pasiva. El la desnudó sin piedad y se entretuvo con sus pechos. Con toda la maestría de que era capaz la enloqueció poco a poco y la arrancó gemidos y jadeos que no pudo contener.
Pero sólo cuando la sintió suplicar bajo su cuerpo, asaltada por sensaciones tan intensas que casi la torturaban, se avino a complacerla.
Y con varias y potentes estocadas la envió a flotar por el aire antes de volver lentamente a la tierra.
Ella estaba ya prácticamente dormida cuando él la liberó de su peso, físicamente y emocionalmente agotada.
Miley se despertó e inmediatamente lo recordó todo. Una mezcla de excitación y humillación surgió dentro de ella. Miró a su alrededor y descubrió que, por suerte, estaba sola.
Suspirando apartó las revueltas sábanas y con los miembros rígidos y doloridos se acercó a la ventana y apartó la cortina.
La inocencia de la primera hora de la mañana había dado paso a la descarada luz de la tarde.
Si aquella hubiera sido una auténtica luna de miel no hubiera pasado más tiempo en la cama, pensó con una chispa de irónico humor.
Después se dio una ducha para relajar los músculos y a continuación, con una toalla enrollada, fue hacia el armario para buscar algo que ponerse de entre sus antiguas posesiones. Al abrir el cajón de la ropa interior reparó en que allí sólo estaba la que Nick le había comprado. Sospechando lo que ocurría abrió de golpe la puerta del armario: toda la ropa que llevó desde Inglaterra había desaparecido.
Aún estaba protestando para sus adentros cuando la puerta se abrió y apareció Nick. En su porte había una combinación de triunfalismo y decisión. Y tenía una insoportable cara de satisfacción.
-¿Qué has hecho con mi ropa? -explotó ella.
-Me he deshecho de ella -repuso él con calma.
-Pues si crees que me voy a poner algo de lo que tú me has comprado...
-Bueno, no hace ningún frío. O sea que si no te quieres vestir es asunto tuyo... La verdad es que yo te prefiero desnuda -y añadió acercándose mucho-. Pero me temo que debo insistir en que te pongas esto.
Antes de darse cuenta, él ya le había colocado el anillo pero, al ir a hacer lo propio con el colgante, ella se lo quitó de las manos y, furiosa, lo arrojó contra la pared.
-Recógelo, Miley -dijo él sin moverse y con el rostro despojado de toda expresión.
-No.
-Lo vas a recoger y lo vas a llevar para complacerme.
Ella se resistió desesperadamente.
-Si te obedezco en todo, mi vida ya no será mía.
-Obedéceme -le dijo él con una mirada que despedía furia.
Ella intentó mantenerse firme, trató de agarrarse a su fuerza de voluntad, pero la determinación de aquel hombre tenía tal fuerza que no había forma de oponerse a ella.
Llamándose cobarde y con un sollozo, Miley cruzó la habitación y se arrodilló para recoger el colgante de debajo de la cómoda. Cuando por fin lo encontró, las manos le temblaban de tal manera que no podía ni cerrar el broche.
-Deja que te lo ponga yo -dijo él en un tono suave y satisfecho.
Cuando ya lo tuvo colgado del cuello, frío y pesado, Miley reunió la poca calma que le quedaba y dijo altivamente:
-Gracias.
Él miró el reloj y después recorrió con la mirada su cuerpo, aún cubierto por la toalla.
-Son las seis y cuarto -comentó perezosamente-. ¿No tienes intención de vestirte para cenar?
Con la cabeza muy alta, ella contestó:
-No, a menos que me pueda poner mi propia ropa.
-Me temo que eso no es posible -dijo Nick en un tono casi de lástima-. Sin embargo, si realmente quieres recibir a tu hermano sin más atavío que una toalla...
El corazón de Miley se lanzó a la carrera.
-¿Quieres decir que viene para acá? ¿Esta tarde?
Con una fría sonrisa que la heló las venas, Nick confirmó:
-Sí, estará aquí en unos veinte minutos.
Con un pánico que le encogía el estómago, Miley preguntó enseguida:
-¿Cómo lo sabes?
-Me mantengo en contacto con el continente.
-Con tus espías, querrás decir.
-¡Qué melodramática! -se burló Nick.
-¿Es que has hecho que lo sigan?
-No me gusta dejar nada al azar -admitió él-. De hecho, va a llegar antes de lo que yo pensaba. Bueno -añadió con sarcasmo-, ¿lo vas a recibir con la noticia de que tu cruel marido te ha escondido la ropa?
Miley no se molestó en contestarle y se giró para dirigirse al armario. Nick la detuvo agarrándola de la muñeca.
-Sólo quiero recordarte una cosa, cariño -dijo con crueldad-. Si trata de convencerte de que te vayas con él, niégate. Por su bien -y entonces añadió con desenfado-. Si quieres contarle por qué, puedes hacerlo.
«¡Sí, claro, y hacer que además se sienta culpable!», pensó ella.
-¿No quieres también que llore y me agarre a él un poquito? -dijo Miley sin pensárselo dos veces.
-Llora todo lo que quieras. Pero recuerda que si se preocupa demasiado eso podría traer consecuencias desagradables...
La imagen de dos perros luchando por un hueso apareció en su mente mientras observaba alejarse a Nick escaleras abajo.
Un segundo después su cerebro empezó a funcionar con una curiosa lucidez y finalmente decidió cual sería la mejor estrategia.
Se vistió con un vestido de seda roja, ceñido y con escote, y se puso unas sandalias altas a juego. Luego se dejó los rizos sueltos y se maquilló con cuidado. Al mirarse en el espejo descubrió que el efecto era el que buscaba: la tímida chica había dado paso a una refinada y elegante mujer con un anillo de diamantes brillándole en el dedo. Una mujer que transmitía confianza en sí misma.
Ahora sólo necesitaba unas gotas de ese perfume francés que le había parecido demasiado fuerte cuando Nick se lo regaló. Ya estaba lista.
Él estaba en el salón, junto a la puerta de la terraza, y al verla entrar tuvo que mirarla dos veces.
-¿No te gusta? -le preguntó añadiendo con aire inocente-. Lo elegiste tú.
Él, recuperando el aplomo, respondió:
-Tienes un aspecto maravilloso.
Pero en absoluto el que Trace se esperaría... Estaba tan claro como si él lo hubiera dicho en voz alta y ella se felicitó a sí misma.
-¿Sabes cómo llegará Trace hasta aquí? -preguntó Miley esperando oír un helicóptero en cualquier momento.
-En barco -dijo él al tiempo que señalaba una motora azul ya amarrada en la playa.
-Ya está subiendo hacia aquí -dijo Nick con una salvaje satisfacción que dejaba ver lo ansioso que estaba por enfrentarse a él.
Miley, luchando por controlar su nerviosismo, salió a la terraza. Cuando Nick la siguió le dieron ganas de saltar de alegría. Si pudiera seguir marcando el paso ella...
-Se acerca una tormenta -comentó él.
Uyyyy que pasaaaaraaaaa????el final estubo algo misteriosooo y me encantoooo!!!!! Ya estoy esperandoooo el siguienteee!!!=)
ResponderEliminarTrace???
ResponderEliminarahhhhhh que pasara
estoy intrigada
nervios!!!
chan chan
ResponderEliminarqdo buenisimo el cap
q ara nicky
siguela pronto
cuidate bye
Aiii! que intriga!!!
ResponderEliminarMe encanto el capitulo, a ver si Miley le da a Nick algo de su propia medicina! xD
aaah! como lo dejas ahí??
ResponderEliminarpliiis necesito leer el siguiente!
nos dejaste jalandonos de los cabellos ¬¬'
xD! espero el siguiente en serio
que esta super!
Que emocion
ResponderEliminarque pasara?
Siguela, esta buenisima la novela