miércoles, 13 de abril de 2011

Venganza Capítulo 3

Mientras contemplaba la expresiva cara de Miley, Nick le preguntó rápidamente:
-¿Quieres más café?
 Ella negó con la cabeza.
-¿Entonces quieres irte directo a la cama o prefieres ver el resto del ático?
Miley se sintió de improviso más animada, quizá a causa del café.
-Me gustaría ver el resto.
Además de las habitaciones de la señora Kirk y lo que ya había visto, había tres plácidos y lujosos dormitorios con cuarto de baño propio, un enorme comedor, una oficina cuyas paredes estaban cubiertas de estanterías con libros y un muy bien equipado gimnasio.
-¿No tienes piscina? -bromeó ella.
-Hay una abajo. Nado todos los días antes del desayuno.
Con razón parecía estar tan en forma, pensó Miley.
Tanto en el salón como en la cocina una de las paredes estaba compuesta de paneles de cristal ahumado que se descorrían para dar acceso a una gran terraza con jardín.
El aire de la noche era fresco y, a pesar del humo del tráfico, parecía puro. En el jardín había enormes jardineras con flores y frondosos árboles y muy cerca se escuchaba también el rumor del agua en una fuente.
-¿Te gusta?
Miley alzó una resplandeciente cara hacia su acompañante y dijo con sinceridad:
-Es exquisito.
-Como tú -repuso él como si de verdad lo pensase.
Aunque ella sabía muy bien que no era así, le emocionó aquel cumplido. Con el corazón latiendo a toda velocidad se acercó a la balaustrada para ver la ciudad a sus pies.
Nick la siguió y se detuvo a su lado, tan cerca que podía sentir la tibieza de su cuerpo y el débil aroma de su colonia. Tras uno o dos segundos, ella notó, nerviosa, que él no miraba el panorama sino a ella.
La vista de Central Park y Manhattan iluminado era impresionante, pero Miley estaba como ciega ante aquella magia y era consciente sólo de aquella presencia a su lado.
Su voluntad, mucho más fuerte que la de ella, parecía centrarse en atraer la mirada de Miley. Durante un instante ella se resistió con la extraña sensación de que si lo miraba estaría perdida.
-Miley-dijo él suavemente.
Como si no pudiera evitarlo giró la cabeza y quedó atrapada por el hechizo de aquella cara morena y aquellos irónicos ojos oscuros que emanaban magnetismo.
Él sonrió. Fue una breve sonrisa de satisfacción.
-Ya debes de estar lista para dormir, ¿no? -preguntó entonces.
Aquellas simples palabras rompieron el hechizo.
-Sí... -respondió ella apartando la vista.
-Pues ven.
La guió de vuelta al interior y hasta el dormitorio blanco y azul en que habían dejado su equipaje. Una vez ante la puerta, él le tendió la mano. A ella le sorprendió aquel gesto tan formal y se la estrechó. Entonces, calculadoramente, tiró de la mano de Miley para acercarla y abrazarla.
Con un sólo dedo le levantó la cara y le cubrió la boca con la suya. Aunque fue un beso tentativo no hubo nada de inocente en él y aquel breve pero seguro contacto hizo que el mundo se pusiera cabeza abajo.
Un instante después, asombrada y sin aliento, quedó libre.
Él susurró tiernamente:
-Buenas noches, Miley.
Y dicho esto desapareció.
Ella entró y, como en un sueño, sacó del equipaje el pijama y los productos de higiene que necesitaba y se preparó para acostarse en el suntuoso cuarto de baño. La imagen que le devolvía el espejo tenía las mejillas sonrosadas y los ojos color gris parecían los de alguien embriagado.
Hasta ahora otros abrazos sólo le habían provocado una agradable sensación. ¿Cómo era posible que el simple roce de los labios de Nick la hubiesen hecho sentirse como si hubiese saltado desde un avión sin paracaídas?
Tras meterse en la amplia y mullida cama, Miley apagó la luz y se acomodó. Creía que se quedaría dormida inmediatamente pero se encontró con montones de preguntas e ideas que le revoloteaban dentro de la cabeza como inquietas polillas.
¿Por qué la había besado?
Aunque aquel beso la había hecho perder el equilibrio, a la vez había registrado algo que le preocupaba: había sido algo preparado. Como si la hubiese besado para observar su reacción y no porque hubiera sentido la necesidad de hacerlo.
Entonces, si no lo había hecho porque realmente lo deseara, ¿con qué fin había sido?
A un hombre como él no debían de faltarle mujeres a las que besar. Seguro que las mujeres caían rendidas a sus pies dispuestas a aceptar ser suyas en cualquier circunstancia. Y no sólo porque fuese rico y poderoso: si no hubiese tenido un centavo la reacción hubierá sido la misma. Su impresionante físico y su devastador atractivo sexual, combinados con aquella fachada de cierta arrogancia, eran irresistibles.
Era una combinación que la había embrujado y la idea de pasar tres semanas viviendo con él le creaba una sensación de miedo e ilusión.
Pero no había posibilidad de que llegara a ser algo serio, se dijo Miley reprimiendo un sentimiento de tristeza. Aunque la atracción que él había ejercido sin querer en ella era potente no podía durar mucho.
¿Sin querer? No estaba tan segura. Puede que fuese deliberadamente. Puede que al verla tan inocente e inmadura hubiese decidido divertirse un poco con ella.
Un loco deseo de arriesgarse por una vez, de jugar con fuego, le dijo que podría ser divertido para los dos. Por poco tiempo.
Cuando aquellas tres semanas pasaran seguramente no volvería a verlo nunca más. Llevarían vidas distintas y se moverían en círculos diferentes.
Aquella idea le resultó curiosamente deprimente.
Hizo lo que pudo por apartarla de su mente y concentrarse en el futuro inmediato y en la promesa de diversión y placer que le traía...

[]

Miley se despertó despacio y se desperezó. Se frotó los ojos y los abrió al fin para encontrarse con que la luz de la mañana ya entraba por las rendijas de la persiana.
La habitación le resultaba desconocida y por un instante se sintió completamente desorientada. Entonces empezó a recordarlo todo y los recuerdos trajeron consigo una oleada de júbilo.
Por alguna razón, Nick la había besado y ya nada volvería a ser igual.
Y ahí afuera la esperaban Nueva York y el comienzo de una nueva vida. Gracias a Trace.
Por primera vez desde la muerte de su madre, la sombra que se había instalado sobre su alma desapareció y en su lugar sintió un impulso impaciente y la alegría de vivir.
Saltó de la cama y abrió un poco las láminas de la persiana. La luz dibujó rayas sobre el edredón y la moqueta color marfil. Miró el reloj y se dio cuenta de que era casi la una y media.
No era sorprendente que se levantase tan tarde. El cambio de horario había hecho que pasara varias horas despierta en medio de la noche, hasta volverse a dormir de nuevo cuando amanecía.
Deshizo el equipaje rápida y eficazmente y colgó sus escasas ropas en los lujosos armarios empotrados con una mirada irónica.
Tras ducharse se puso un vestido abotonado de colores, tan bonito como barato, y se hizo una cola de caballo con los castaños rizos antes de aventurarse a salir. Era viernes y Nick estaría trabajando.
Para apoyar su conclusión el apartamento parecía desierto. Entonces oyó un débil sonido de música y risas.
Encontró a la señora Kirk en la cocina. Llevaba un chandal color amarillo canario y estaba haciendo masa para pizza mientras veía un concurso en la televisión.
-¡Ya te has levantado, nena! -dijo apagando la televisión-. Sírvete zumo o café mientras te preparo algo de comer. ¿Te apetece pastrami con integral?
-Sí, gracias -repuso ella sin tener ni idea de lo que era pero con ganas de probar cosas nuevas-. Siento haber dormido hasta tan tarde -añadió mientras se servía un zumo de naranja-. No quisiera molestarla.
-¡No importa! El señor Jonas me dijo que te dejase dormir.
-¿Está trabajando?
La dama estaba sacando un plato con una carne rosada en finas lonchas de la nevera y tenía una sartén en la mano.
-Ha ido a la oficina a primera hora pero ahora que ya estás levantada lo llamaré.
-No, no le moleste. Puedo arreglármelas sola...
-Son las órdenes que me ha dado -la interrumpió la señora Kirk-. No quiere que andes sola por ahí hasta que te espabiles un poco más.
-Pero eso es ridículo -protestó Miley sintiéndose encerrada-. ¿Qué me iba a pasar en la Quinta Avenida?
La señora Kirk encogió los huesudos hombros.
-Se siente responsable de ti -le contestó mientras ponía las lonchas de carne fritas entre dos rebanadas de pan moreno-. Aquí tienes.
Miley le dio un bocado y dejó escapar una exclamación de placer. Ante la cara de satisfacción de la señora Kirk preguntó:
-¿Qué es exactamente el pastrami?
-Carne ahumada con especias. Hay gente que lo come frío pero yo lo prefiero caliente...
Mientras ella daba buena cuenta del sandwich, el ama de llaves desapareció, supuestamente para llamar a Nick.
Tras terminar su sencillo almuerzo, Miley se sirvió un café y en aquel instante volvió la señora Kirk. Corrió uno de los paneles de oscuro cristal y señaló hacia afuera:
-Hay una hamaca ahí fuera, por si prefieres tomarte el café al sol.
Ella sonrió como para agradecerle la sugerencia y salió a la terraza. Hacía mucho calor comparado con la temperatura que el aire acondicionado le daba al apartamento. Mientras se tendía en una hamaca bajo una sombrilla azul y blanca oyó decir al ama de llaves:
-El señor Jonas estará en casa dentro de nada...
Puede que Nueva York tuviese la reputación de ser una ciudad violenta, pero había miles de personas que vivían y trabajaban allí sin que les ocurriese nada. ¿Por qué tenía que escoltarla Nicholas Jonas?, pensó ella mientras observaba la blanca silueta de una nube recortándose ante el cielo azul.
Y sin embargo, la idea de tenerlo cerca no le resultaba desagradable. Aunque su presencia la alteraba en varios aspectos también la excitaba y animaba, le despertaba los sentidos...
Cuando abrió los ojos, Nick estaba a su lado. Llevaba el nudo de la corbata a medio deshacer y la chaqueta al hombro colgando de un dedo. Allí estaba mirándola, alto, moreno y amenazador. ¿Amenazador? ¿Por qué le habría venido aquella palabra a la mente?
-Debo de haberme quedado dormida -dijo algo aturdida-. Lo último que recuerdo era una nube que cambiaba de forma y se convertía en un conejo...
¡Y ahora deliraba!
Él parecía divertido y asintió:
-Sí, las nubes son algo soporífero.
Se sentó a su lado, cadera con cadera, y le preguntó:
-¿Todavía estás cansada?
-No, no mucho. Debe de ser el calor...
-Si prefieres descansar en vez de salir...
-¡No! -exclamó ella- Me muero de ganas de ver Nueva York.
-¿Alguna zona en particular?
-El Bronx, Staten Island, Brooklyn pero, sobre todo, Manhattan y el parque.
Él se puso en pie riendo y le tendió una sólida y bronceada mano para ayudarla a ponerse en pie.
-Como la única forma de ver Manhattan en condiciones es caminando te sugiero que empecemos ya. Y, si estás de acuerdo, creo que lo mejor es hacer un recorrido general lo primero e investigar ciertas zonas más adelante.
Ella asintió, feliz.
Al ver los zapatos de tacón que llevaba, Nick añadió: 
-Te sugiero que te pongas un calzado más cómodo mientras yo me cambio.
Unos minutos después bajaban en el ascensor. Nick, que parecía aún más alto que el día anterior, se había puesto unos cómodos pantalones y una camisa de cuello abierto. Las mangas, arremangadas, dejaban ver sus musculosos brazos cubiertos por un fino vello negro. Tenía un aspecto dinámico y peligrosamente atractivo.
Tras echar una ojeada a las sandalias bajas que Miley se había puesto, Nick exclamó:
-¡Son perfectas!
-Son lo único que me podía poner -admitió ella-. Casi nunca me compro zapatos bajos: no soy lo bastante alta para llevarlos.
-¿Y eso te preocupa?
-No dejo que me preocupe. Me imagino que soy como me gustaría ser.
-¿Cómo?
-Más alta, con las piernas muy largas, los ojos azules y el pelo rubio -contestó ella rápidamente.
Pero de alguna manera el pensar en Janine ya no le hacía daño.
Nick tomó uno de sus rizos con un dedo y jugó con él.
-Entonces los rizos son naturales.
-Para mi mala suerte, sí..
Él meneó la cabeza y repuso:
-Yo te prefiero como eres. Rubias de piernas largas las hay a docenas.
Ella supo que probablemente estaba adulándola, pero, aun así, el cumplido le hizo sentirse bien. Más tarde, bajando por la Quinta Avenida, un pensamiento le vino de repente a la cabeza a Miley.
-¿El apartamento de Trace está lejos de aquí?
-A un kilómetro y medio, más o menos. ¿Por qué lo preguntas?
Aunque había respondido con desenfado, Miley hubiera jurado que su reacción había sido de cautela.
-Me gustaría ver dónde vive.
-Entonces te lo enseñaré -prometió él-. Pero no hoy. Hoy tengo otros planes: para empezar, un paseo por Central Park.
Para su sorpresa y alegría el paseo fue en uno de los coches de caballos abiertos aparcados ante el Hotel Plaza.
Mientras recorrían el conocido parque, Miley lo miraba todo con los ojos brillantes.
-Me pregunto si Trace viene aquí alguna vez -dijo pensando en voz alta-. La verdad es que no sé apenas nada sobre él: qué tipo de persona es y qué hace en su tiempo libre... Ni siquiera sé qué aspecto tiene -añadió mirando a su acompañante.
Con la expresión rígida, Nick respondió a la pregunta tácita:
-Es como yo. Alto, fuerte, y tiene el pelo rubio y los ojos gris. Las mujeres suelen encontrarlo irresistible.
Sus palabras tenían un eco que la sorprendió. ¿Era amargura o resentimiento lo que su tono indicaba? No podía ser, debía de estar equivocada. Alguien como Nick Jonas no podía tener envidia de nadie.
Pero era evidente que no le tenía un especial cariño a Trace. ¿Quizá fuesen rivales, en más de un aspecto?
Estaba a punto de preguntarle qué relación tenía con Trace cuando, cambiando súbitamente de conversación, él empezó a hablarle del zoo del parque y las otras atracciones.
-Se puede montar a caballo, hay conciertos al aire libre y, en invierno, se puede patinar en el lago...
Tras visitar el parque se dirigieron de nuevo hacia el sur. Se detuvieron un momento ante la torre Trump para contemplar su hermoso atrio de mármol rosa con cascadas de agua y exuberante vegetación.
Al volverse para continuar se encontraron de frente con una llamativa y bien vestida morena cuya joven belleza arruinaban el exceso de maquillaje y una expresión de descontento.
-Nick, cariño -exclamó-, ¡cuánto me alegro de verte!
La expresión de petulancia había desaparecido para dar paso a otra de apetito sexual tan mal disimulado que hizo sentirse incómoda a Miley.
-Carole... -le saludó él con una frialdad que hubiese cortado a cualquiera que no hubiera estado tan cautivado.
Tras lanzarle una breve y envidiosa mirada a Miley, agarró a Nick por el brazo, casi clavándole las uñas color ciruela en la piel. A continuación lo recriminó por no haberle devuelto las llamadas y casi le arrancó el compromiso de asistir a su fiesta de cumpleaños, que tendría lugar seis semanas más tarde en el Waldorf.
-Lo intentaré. Ahora, si nos disculpas... -contestó Nick sardónicamente, tomando a Miley de la cintura.
Ni siquiera había intentado presentar a las dos mujeres y sus prisas por poner fin al encuentro habían rayado en la grosería. No es que a Miley le hubiera gustado prolongarlo: su estudiada frialdad ante la desesperación de la chica había hecho el incidente muy desagradable.
Como si pudiera percibir lo que Miley sentía, él se disculpó:
-Lo siento. No es más que una niña tonta y mimada.
Misteriosamente irritada por la poca importancia que Nick parecía darle, Miley contestó:
-Está claro que está enamorada de ti.

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