Feliz día Niley!!<3
Les dejo el prólogo & el primer capítulo de una nueva novela llamada "Nuestra fiesta privada". Les adelanto: Es una novela hot, así que están avisadas!
Enjoy it!
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Prólogo
Encontrar al hombre con el que se acaba de casar in flagrante delicto con otra mujer no formaba parte de los planes que había hecho Miley Cyrus para su espléndida boda. Ahora es una novia sin novio, pero decidida a disfrutar de su noche de bodas, y para eso le sirve el guapísimo hermano del tramposo de su marido. Nick Jonas es todo aquello que no es su hermano y encima, su duro cuerpo es de los que convierten las fantasías sexuales más ardientes en realidad.
Nick no está por la labor de rechazar a la novia engañada. Después de soñar con ella cinco años enteros, la oportunidad de acariciar el delicioso e incitante cuerpo de su cuñada es demasiado tentadora como para resistirse. Cuando la joven lo sigue al complejo tropical que Nick ha construido desde cero, insiste en que lo único que quiere es el placer cálido húmedo de dos cuerpos uniéndose bajo el sol. Lo único que le queda por hacer al empresario es convencerla de que, en realidad, él quiere mucho más…
Capítulo 1
Miley Cyrus era, sin lugar a dudas, la novia más hermosa que Nick Jonas había visto jamás. El vestido de color marfil sin tirantes dejaba los brazos de la joven al aire y, si cerraba los ojos, Nick podía imaginarse lo sedosa que sería aquella piel bajo las yemas de sus dedos. Aunque el velo le ocultaba la cara, a Nick no le costaba ver en su mente aquellos ojos grandes y de largas pestañas, ojos del color del mar Caribe al amanecer, la nariz pequeña, un poco respingona y los labios rosados y carnosos. Los pechos de la joven henchían con elegancia el corpiño del vestido, aunque con solo verlo al joven ya se le secaba la boca y le sudaban las manos. La falda amplia y ahuecada de su vestido de novia cubría casi por completo el pasillo entero de la catedral Grace de San Francisco y a Nick le recordó a un delicioso merengue, un merengue tentador que lo desafiaba a llevárselo a la boca entero, de un solo y lujurioso lametón.
Nick sintió un nudo en el pecho cuando vio acercarse a la novia y el estómago se le fue encogiendo cada vez más con cada paso que acercaba a Miley al altar. Aquella mujer iba a llegar hasta el final. Nick había tenido dieciocho meses para prepararse mentalmente para aquel momento y, con todo, la realidad lo golpeó como un puñetazo en las tripas. Apretó los puños, respiró hondo para tranquilizarse y se obligó a no dar la vuelta y salir corriendo de la iglesia tan deprisa como podía. Había hecho una promesa y, al contrario que algunos hombres de su familia, cuando él daba su palabra, tenía por costumbre cumplirla.
—¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio a este hombre?
Nick observó, con un dolor amargo invadiéndole el estómago, al padre de la joven, Billy, que levantaba el velo y revelaba la sonrisa nerviosa de Miley, una sonrisa que no terminaba de invadirle los ojos.
—Su madre y yo la entregamos —respondió Billy, y Nick contuvo la maldición que clamaba en su cerebro cuando el prometido de Miley, el hermanastro mayor de Nick, Joe, se adelantó para coger la mano temblorosa de su novia.
Nick sintió un nudo en el pecho cuando vio acercarse a la novia y el estómago se le fue encogiendo cada vez más con cada paso que acercaba a Miley al altar. Aquella mujer iba a llegar hasta el final. Nick había tenido dieciocho meses para prepararse mentalmente para aquel momento y, con todo, la realidad lo golpeó como un puñetazo en las tripas. Apretó los puños, respiró hondo para tranquilizarse y se obligó a no dar la vuelta y salir corriendo de la iglesia tan deprisa como podía. Había hecho una promesa y, al contrario que algunos hombres de su familia, cuando él daba su palabra, tenía por costumbre cumplirla.
—¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio a este hombre?
Nick observó, con un dolor amargo invadiéndole el estómago, al padre de la joven, Billy, que levantaba el velo y revelaba la sonrisa nerviosa de Miley, una sonrisa que no terminaba de invadirle los ojos.
—Su madre y yo la entregamos —respondió Billy, y Nick contuvo la maldición que clamaba en su cerebro cuando el prometido de Miley, el hermanastro mayor de Nick, Joe, se adelantó para coger la mano temblorosa de su novia.
…
—¿Pero se puede saber dónde está? Es hora de cortar el pastel.
—Estoy segura de que estará aquí de un momento a otro — dijo Miley intentando tranquilizar a la acelerada organizadora de su boda—. ¿Por qué no le pides a uno de los amigos del novio que mire en el baño mientras yo voy a ver si está en el vestíbulo.
Con franqueza, se diría que Joe ya debería saber a esas alturas que el novio no desaparece en medio del banquete.
—¿Va todo bien? —Demi, la dama de honor de Miley , se acercó con sigilo para hablar con ella.
—No encuentro a Joe. Supongo que necesitaba un momento a solas.
Demi alzó una ceja.
—Ya…
Está bien, quizá Joe no fuera el chico más introspectivo del mundo pero, con todo, era el día de su boda. Bien sabía Dios que hasta Miley estaba un poco abrumada con todo aquello.
—Supongo que no lo habrás visto.
Demi sacudió la cabeza.
—¿Dónde está su hermano? Creí que el trabajo del padrino era vigilar al novio.
—Se fue justo después de hacer su brindis —dijo Miley. La novia sonrió un poco al pensar en el brindis de Nick. Tan ensayado, tan civilizado. Tan poco propio de él. Nick no era un hombre que se preocupase mucho por lo que la gente pensase de él, sobre todo no la multitud pomposa y prepotente que se había dignado a asistir a la boda de Miley. El estilo relajado y natural de su cuñado lo hacía destacar entre aquella masa, incluso cuando intentaba encajar.
Al contrario que el de Joe, que podría haber posado para la portada de GQ, el cabello castaño oscuro de Nick siempre iba un poco desaliñado, y su cuerpo enorme y musculoso siempre parecía demasiado grande para la ropa que llevaba. Pero había aparecido con un aspecto absolutamente delicioso con el esmoquin que se había puesto para la boda y una camisa blanca que contrastaba de una forma de lo más seductora con su piel, bruñida por el fuerte sol caribeño. Nick siempre había sido guapísimo, con un estilo un tanto tosco, quizá, y había mejorado todavía más en los cinco años que habían pasado desde la última vez que Miley lo había visto.
La novia cerró los ojos e intentó no imaginarse los palmos de bronceados músculos que ocultaba aquel esmoquin. Miley creía haber superado siglos atrás aquel enamoramiento absurdo y adolescente, y desde luego el día de su boda con el hermanastro del objeto de sus deseos no era el mejor momento para resucitarlo.
Miley se dio una bofetada mental; era el día de su boda, por el amor de Dios. Todos aquellos meses de duro trabajo y preparativos al fin daban su fruto y no era el momento de revivir el encaprichamiento, muerto mucho tiempo atrás, por cierto, que había sentido por la oveja negra de la familia de su fabuloso novio.
La novia salió del salón de baile y se abrió camino por el vestíbulo sin dejar de detenerse para intercambiar algunos comentarios corteses con cuantos invitados se encontraba. Al acercarse al cuarto de las escobas, oyó un golpe seco tras la puerta cerrada. Después una risita. Y luego un gemido.
Un gemido decididamente masculino.
Con el estómago más o menos a la altura de los tobillos, Miley tuvo un horrible presentimiento; no quería imaginarse lo que iba a encontrar tras la puerta.
—Eres un imbécil. —Su voz le sonó muy lejana, como si saliera del final de un túnel larguísimo y lleno de ecos.
Cerró los ojos con tanta fuerza que tuvo un calambre en los párpados. Aquello no podía estar pasando. Es que no podía.
Pero allí estaba Joe, inconfundible, inmóvil en pleno embate mientras le hacía el amor a otra mujer contra la pared. La chica la miraba con la boca abierta por encima del hombro de su novio de un modo que habría sido incluso cómico en otras circunstancias.
Miley le lanzó una mirada rápida a la otra mujer. Ah, claro, la encantadora Camilla, la ayudante que acababa de entrar a trabajar para Joe. A Miley se le había ocurrido en su momento que el contrato de Camilla tenía más que ver con unas piernas de varios kilómetros y unos pechos exagerados que con sus habilidades como secretaria, y se dio un par de patadas mentales por haber sido tan estúpida y haberle dado a Joe el beneficio de la duda. Pero la última vez que lo había pillado engañándola, su novio había jurado por Dios, sobre la tumba de su abuela y por las llaves de su adorado Ferrari que nunca, jamás de los jamases volvería a ocurrir. Le había prometido que la próxima vez que tuviera relaciones sexuales sería con Miley, en su noche de bodas. Y con los preparativos de la boda en pleno apogeo, había sido más fácil creerle que admitir que estaba a punto de cometer el peor error de su vida.
—Miley, no es nada. No significa nada. —Joe se manoseó con torpeza los pantalones del esmoquin y después se sujetó el fajín cuando los pantalones volvieron a caérsele hasta los tobillos. Camilla se había bajado la falda y se tiró en plancha a recuperar las bragas, un movimiento que lanzó hacia atrás a Joe, que tropezó con una mesa antes de caer de encima de Camilla.
A Miley jamás le habían dado un puñetazo a traición pero se imaginó que la sensación debía de ser muy parecida. Un golpe seco en medio del pecho y la sensación de quedarse sin aire hasta terminar jadeando como una trucha recién pescada. Un dolor que la atravesaba entera, acompañado por el ardor gélido de la humillación. Con todo, la novia intentó no perder el control: no quería que Joe viera que se estaba haciendo añicos por dentro, explotando en un millar de fragmentos diminutos. La mente de Miley trabajaba a mil por hora, intentando encontrar lo más apropiado que se pudiera decir o hacer en una situación como esa. Pero no había forma de barrer aquello bajo la alfombra con un puñado de sutilezas sociales.
—Se supone que tenemos que cortar la tarta —dijo Miley; hasta a ella la frase le sonó absurda.
Aturdida, regresó al salón como pudo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Permitir que la arrastraran hasta el altar como una especie de vaca destinada al sacrificio. La dulce Miley, la perfecta Miley, la que siempre hacía lo que tenía que hacer por sus padres, por su familia, por la empresa. Tan decidida estaba a no armar un escándalo por nada que se había negado a admitir la verdad sobre su futuro marido.
Apenas consciente de lo que hacía, Miley abrió de un empujón la puerta del salón de baile del hotel Winston, la joya de la corona del imperio de hoteles de lujo D&D. Su padre, Billy Ray Cyrus, y el padre de Joe, Paul Jonas, habían adquirido la propiedad no hacía ni dos años. En solo un año estaba haciendo sudar al Fairmont la gota gorda en el mercado de los hoteles de lujo de San Francisco.
Pero ni siquiera vio el precioso salón de baile recién redecorado con sus sofisticadas arañas de luces y los tapices de seda que transmitían un ambiente de elegancia y lujo antiguo. A Miley le daban igual las decenas de miles de dólares en rosas blancas que adornaban cada una de las setenta mesas que se habían dispuesto para albergar a los invitados a la boda. Ni siquiera le importó chocar con un camarero y que una copa de vino le salpicara la falda de su vestido de novia de Vera Wang hecho a medida.
—¿Pero se puede saber dónde está? Es hora de cortar el pastel.
—Estoy segura de que estará aquí de un momento a otro — dijo Miley intentando tranquilizar a la acelerada organizadora de su boda—. ¿Por qué no le pides a uno de los amigos del novio que mire en el baño mientras yo voy a ver si está en el vestíbulo.
Con franqueza, se diría que Joe ya debería saber a esas alturas que el novio no desaparece en medio del banquete.
—¿Va todo bien? —Demi, la dama de honor de Miley , se acercó con sigilo para hablar con ella.
—No encuentro a Joe. Supongo que necesitaba un momento a solas.
Demi alzó una ceja.
—Ya…
Está bien, quizá Joe no fuera el chico más introspectivo del mundo pero, con todo, era el día de su boda. Bien sabía Dios que hasta Miley estaba un poco abrumada con todo aquello.
—Supongo que no lo habrás visto.
Demi sacudió la cabeza.
—¿Dónde está su hermano? Creí que el trabajo del padrino era vigilar al novio.
—Se fue justo después de hacer su brindis —dijo Miley. La novia sonrió un poco al pensar en el brindis de Nick. Tan ensayado, tan civilizado. Tan poco propio de él. Nick no era un hombre que se preocupase mucho por lo que la gente pensase de él, sobre todo no la multitud pomposa y prepotente que se había dignado a asistir a la boda de Miley. El estilo relajado y natural de su cuñado lo hacía destacar entre aquella masa, incluso cuando intentaba encajar.
Al contrario que el de Joe, que podría haber posado para la portada de GQ, el cabello castaño oscuro de Nick siempre iba un poco desaliñado, y su cuerpo enorme y musculoso siempre parecía demasiado grande para la ropa que llevaba. Pero había aparecido con un aspecto absolutamente delicioso con el esmoquin que se había puesto para la boda y una camisa blanca que contrastaba de una forma de lo más seductora con su piel, bruñida por el fuerte sol caribeño. Nick siempre había sido guapísimo, con un estilo un tanto tosco, quizá, y había mejorado todavía más en los cinco años que habían pasado desde la última vez que Miley lo había visto.
La novia cerró los ojos e intentó no imaginarse los palmos de bronceados músculos que ocultaba aquel esmoquin. Miley creía haber superado siglos atrás aquel enamoramiento absurdo y adolescente, y desde luego el día de su boda con el hermanastro del objeto de sus deseos no era el mejor momento para resucitarlo.
Miley se dio una bofetada mental; era el día de su boda, por el amor de Dios. Todos aquellos meses de duro trabajo y preparativos al fin daban su fruto y no era el momento de revivir el encaprichamiento, muerto mucho tiempo atrás, por cierto, que había sentido por la oveja negra de la familia de su fabuloso novio.
La novia salió del salón de baile y se abrió camino por el vestíbulo sin dejar de detenerse para intercambiar algunos comentarios corteses con cuantos invitados se encontraba. Al acercarse al cuarto de las escobas, oyó un golpe seco tras la puerta cerrada. Después una risita. Y luego un gemido.
Un gemido decididamente masculino.
Con el estómago más o menos a la altura de los tobillos, Miley tuvo un horrible presentimiento; no quería imaginarse lo que iba a encontrar tras la puerta.
—Eres un imbécil. —Su voz le sonó muy lejana, como si saliera del final de un túnel larguísimo y lleno de ecos.
Cerró los ojos con tanta fuerza que tuvo un calambre en los párpados. Aquello no podía estar pasando. Es que no podía.
Pero allí estaba Joe, inconfundible, inmóvil en pleno embate mientras le hacía el amor a otra mujer contra la pared. La chica la miraba con la boca abierta por encima del hombro de su novio de un modo que habría sido incluso cómico en otras circunstancias.
Miley le lanzó una mirada rápida a la otra mujer. Ah, claro, la encantadora Camilla, la ayudante que acababa de entrar a trabajar para Joe. A Miley se le había ocurrido en su momento que el contrato de Camilla tenía más que ver con unas piernas de varios kilómetros y unos pechos exagerados que con sus habilidades como secretaria, y se dio un par de patadas mentales por haber sido tan estúpida y haberle dado a Joe el beneficio de la duda. Pero la última vez que lo había pillado engañándola, su novio había jurado por Dios, sobre la tumba de su abuela y por las llaves de su adorado Ferrari que nunca, jamás de los jamases volvería a ocurrir. Le había prometido que la próxima vez que tuviera relaciones sexuales sería con Miley, en su noche de bodas. Y con los preparativos de la boda en pleno apogeo, había sido más fácil creerle que admitir que estaba a punto de cometer el peor error de su vida.
—Miley, no es nada. No significa nada. —Joe se manoseó con torpeza los pantalones del esmoquin y después se sujetó el fajín cuando los pantalones volvieron a caérsele hasta los tobillos. Camilla se había bajado la falda y se tiró en plancha a recuperar las bragas, un movimiento que lanzó hacia atrás a Joe, que tropezó con una mesa antes de caer de encima de Camilla.
A Miley jamás le habían dado un puñetazo a traición pero se imaginó que la sensación debía de ser muy parecida. Un golpe seco en medio del pecho y la sensación de quedarse sin aire hasta terminar jadeando como una trucha recién pescada. Un dolor que la atravesaba entera, acompañado por el ardor gélido de la humillación. Con todo, la novia intentó no perder el control: no quería que Joe viera que se estaba haciendo añicos por dentro, explotando en un millar de fragmentos diminutos. La mente de Miley trabajaba a mil por hora, intentando encontrar lo más apropiado que se pudiera decir o hacer en una situación como esa. Pero no había forma de barrer aquello bajo la alfombra con un puñado de sutilezas sociales.
—Se supone que tenemos que cortar la tarta —dijo Miley; hasta a ella la frase le sonó absurda.
Aturdida, regresó al salón como pudo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Permitir que la arrastraran hasta el altar como una especie de vaca destinada al sacrificio. La dulce Miley, la perfecta Miley, la que siempre hacía lo que tenía que hacer por sus padres, por su familia, por la empresa. Tan decidida estaba a no armar un escándalo por nada que se había negado a admitir la verdad sobre su futuro marido.
Apenas consciente de lo que hacía, Miley abrió de un empujón la puerta del salón de baile del hotel Winston, la joya de la corona del imperio de hoteles de lujo D&D. Su padre, Billy Ray Cyrus, y el padre de Joe, Paul Jonas, habían adquirido la propiedad no hacía ni dos años. En solo un año estaba haciendo sudar al Fairmont la gota gorda en el mercado de los hoteles de lujo de San Francisco.
Pero ni siquiera vio el precioso salón de baile recién redecorado con sus sofisticadas arañas de luces y los tapices de seda que transmitían un ambiente de elegancia y lujo antiguo. A Miley le daban igual las decenas de miles de dólares en rosas blancas que adornaban cada una de las setenta mesas que se habían dispuesto para albergar a los invitados a la boda. Ni siquiera le importó chocar con un camarero y que una copa de vino le salpicara la falda de su vestido de novia de Vera Wang hecho a medida.
ooh!
ResponderEliminarsi pliiis!
has esta nove jeje!
en serio pork ya kiiiero saber lo demas
plis!
:) te kiiiero chik!
kuidathe
feliz dia NILEY x un infinito 11 de junio
ResponderEliminarme encanto siguela please.
super happy este dia
Wooow que fuerteeee estubo lo de joeee!!=)
ResponderEliminarWeno niña pues me ENCANTOOOO!!!! ya kiero el siguiente cap..=)
Besos!!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYa subeee el siguienteee xfaaa esque ya lo kieroo leer!!! Y estoy de examenes y tengo restriccion de compuuu xfaaaa ya subelooo!!!=)
ResponderEliminarBesos!!!